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En los debates públicos sobre la actualidad aparece con relativa frecuencia la cuestión de la identidad, referida, generalmente, a países, instituciones y grupos con dificultades para afirmar su historia futura. En la prensa vasca y española cabe destacar que en más de la mitad de sus artículos editoriales en que se hace referencia expresa a la identidad, se menciona así mismo la palabra nación o nacional. No parece, en tal contexto social, que la identidad nacional, como título del libro, necesite de justificación en este prólogo.
Hay, sin embargo, en el mismo título una mención expresa del gran filósofo Xavier Zubiri, dando a entender que el tema es abordado desde una perspectiva filosófica. Esta circunstancia obliga a dar explicaciones. ¿Qué puede aportar la filosofía, en general, y la de Zubiri, en particular, al debate actual sobre la identidad nacional? Esta pregunta parece más que pertinente en el estado actual de la opinión pública, porque –a modo de ejemplo– en el debate editorial de la prensa sobre la identidad las referencias a la filosofía sólo alcanzan un 1,5% (mientras que las referencias a la política ascienden al 70%).
El propósito de abordar la cuestión de la identidad nacional desde una perspectiva netamente filosófica no debiera, sin embargo, interpretarse como una huida de la crudeza de su realidad concreta (incluida la política) o como búsqueda de sosiego intelectual en un refugio de pensamientos alejado de la vida. Si tal cosa hiciésemos, mereceríamos el juicio que Petronio consagrara en las primeras líneas de El Satiricón: «Y así, según mi opinión, la juventud, en las escuelas, se vuelve tonta de remate por no ver ni oír en las aulas nada de lo que realmente es la vida».
Las páginas de este libro se orientan a mirar y oír la vida misma en su realidad. La finalidad última no es hablar de la vida, sino vivirla humanamente, lo que no es posible sin afrontarla.
A los diferentes modos de afrontar la realidad corresponden los distintos rostros que ella nos muestra. Depende de la luz que la ilumine. La luz desde la que este libro la aborda es de naturaleza filosófica. Otros podrán utilizar la luz de la economía, la de la sicología u otra cualesquiera de las luces que esté a su alcance.
Y va a ser Zubiri la fuente principal de la luz con la que se avanza en esta reflexión, que no quiere reducirse a repetir lo dicho por él, sino que busca iluminar –con su ayuda– la realidad del tiempo en el que somos lo que somos:
«La Filosofía no es una ocupación más ni tan siquiera la más excelsa del hombre, sino que es un modo fundamental de su existencia intelectual. Por eso no nace de un arbitrario juego de pensamientos, sino de la azarosa, problemática situación en que el tiempo, su tiempo, le tiene colocado».
«[...] le tiene colocado» a cada persona, al sujeto que somos cada uno. No conviene, por tanto, buscar mediaciones que nos alejen de la realidad o la recubran de modo que ya no se la pueda ver.
Tampoco se trata de entrar en un juego arbitrario de pensamientos. Y siguiendo esa directriz, la mirada y la inteligencia deben dirigirse hacia la azarosa y problemática situación en la que el tiempo presente le tiene colocado a cada sujeto que hoy comparte la historia humana.
«Nuestra situación, sentida hoy como problema, es la situación en que [el hombre] ha vivido y se ha desenvuelto durante varias centurias. Mientras Europa ha ido haciéndose, el hombre ha podido vivir cómodamente alojado en ella; al llegar a su madurez, siente empero, como diría Hegel, refutada en ésta su propia existencia».
El acomodo incómodo
La dialéctica del acomodo incómodo en la realidad de nuestro tiempo se manifiesta en contradicciones profundas que afectan a la vida humana en las sociedades avanzadas de la actualidad. ¿Será que habremos llegado a la madurez?... No es fácil saberlo. Pero lo cierto es que se nota cierta insatisfacción con la realidad humana construida desde los propios países del primer mundo, cuyo modelo se ha propuesto/impuesto a los demás pueblos como guía para su futuro.
La incomodidad experimentada por temor a la violencia proveniente de otras personas, incluso en los países desarrollados, se hace presente en contextos sociales en que se dan otras contradicciones humanas, entre las que procede destacar las siguientes: arraigo – desarraigo, integración – desintegración, conocimiento avanzado – fracaso escolar, progreso general – fracaso personal y comunicación – incomunicación, marginación social y terrorismo.
Seguridad-Inseguridad
Puede ser la más llamativa de las contradicciones de la realidad humana en el tiempo presente.
Nunca en la historia humana de la que tenemos noticia ha habido sociedades que, como la nuestra, ofertasen tantas seguridades a los ciudadanos. La confortabilidad de los hogares, la seguridad social, la asistencia sanitaria, los planes de pensiones... avalan efectivamente una expectativa de vida saludable y octogenaria a la mayoría de la población europea.
Y, sin embargo, la «inseguridad ciudadana» y la «violencia callejera» se revelan precisamente como realidades adosadas a esa misma seguridad. En muchas ciudades de los países avanzados –ciudades que habían sido construidas para poder pasear por ellas– no se puede transitar a cualquier hora, sin tomar precauciones que resultan incómodas para personas que quieren vivir libremente. Esta incomodidad no es algo que sólo pueda predicarse de situaciones humanas en regiones de conflagración bélica declarada –que viven la crudeza de enfrentamientos calientes–, porque su amenaza tiene alcance global y puede actualizarse en el entorno más próximo de cada persona.
Arraigo-Desarraigo
Las ciudades, que hoy son expresión de modelos avanzados de infraestructuras urbanas para ofrecer un arraigo sólido a sus habitantes, son, a la vez, testigos de desarraigos bruscos y brutales. Migraciones que proceden del Este (Asia, Oriente Medio, Balcanes...) o del Sur (Sudamérica o África) conforman una realidad que desestabiliza muchas estructuras de convivencia en el primer mundo.
La paradoja radica en que esas zonas del primer mundo son, más que ninguna otra área geopolítica del planeta, resultado del encuentro de procesos migratorios complejos. Lo que hoy es Europa ha derivado de la confluencia de diversos pueblos, provenientes del norte, sur, este y oeste. Y América es lo que es, por el peso social decisivo que los inmigrados a sus tierras han ejercido en su configuración actual.
Sin embargo, hoy es el día en que puede decirse que esos mismos países sienten las incomodidades de la inmigración y no saben cómo afrontar el fenómeno. Parece que hubiesen olvidado su propia historia, cuando relatan un presente protagonizado por «los espaldas mojadas», «las pateras» o por barcos con las cubierta a rebosar de desesperación en sus costas.
En el contexto problemático de la inmigración debe situarse el problema de «los sin papeles». Las ciudades del primer mundo reconocen tener necesidad de ellos porque sus colectividades envejecen, pero su presencia resulta problemática, al exigir que se les haga y se les dé asiento para compartir en común la mesa de la prosperidad.
Integración-Desintegración
La aspiración de los modelos de convivencia avanzada es integrar a las personas en sistemas que satisfagan sus necesidades económicas y les permitan el desarrollo cultural y moral al que aspiran. La experiencia de quienes viven marginados –porque se les expulsa o no se les acoge o no se acomodan– refleja la exclusión que cuestiona la capacidad inclusiva de la realidad humana del tiempo actual.
No podemos olvidar, en este contexto, que ha ido creciendo la diferencia entre el Norte y el Sur. Son parte de la realidad humana actual los millones de niños, mujeres y personas impotentes que sufren y mueren por hambre. Es un problema que no es ajeno al primer mundo y que –cuando menos– cuestiona la conciencia de toda persona de bien.
Conocimiento avanzado-Fracaso escolar
Los avances tecnológicos que han servido para organizar socialmente la realidad avanzada del tiempo presente tienen su base principal en el conocimiento científico. Factor principal para integrarse con éxito en dicha realidad (en su funcionamiento) es la capacitación técnica, que resulta difícil de adquirir sin una formación inicial sólida, a la que debe seguirle el aprendizaje continuo. El fracaso escolar –muchas veces por falta de alguien que les acompañe al abrirse a las nuevas situaciones de vida– incapacita a muchas personas para aprender a aprender, marginándolas de procesos que puedan garantizarles desarrollos curriculares de éxito profesional y social.
Progreso general-Fracaso personal
El crecimiento ingente de la economía –debido en gran parte a la activación de factores intangibles como son el conocimiento y la creatividad innovadora– presenta su lado perplejo en la cantidad de personas que son excluidas de un puesto desde el que puedan contribuir como sujetos activos a la creación de riqueza, disfrutando razonablemente en el disfrute de los beneficios. Son los desempleados, la gente en paro contra su voluntad, personas mermadas en sus posibilidades de realización humana integral, por causa de su fracaso económico, que no es la única base para realizarse como sujetos, pero sí una condición decisiva.
Comunicación-Incomunicación
Nunca vivió la humanidad su vida de forma tan común e interdependiente como ahora en la historia conocida. Las nuevas tecnologías de la comunicación permiten compartir en tiempo real las experiencias vividas en las antípodas. Esta comunicación interplanetaria concita la pluralidad inconmensurable de situaciones económicas, de culturas, de lenguas y lenguajes que conforman la realidad global del tiempo presente. Y es en esa misma experiencia donde se manifiesta como soledad profunda la incomunicación que habita en esa misma realidad humana.
Incluso el entorno próximo se configura cada vez más como mundo plurilingüe, políglota, y sobre todo pluricultural que por razones de su natural dificultad y por su misma novedad resulta también incómodo.
Marginación social y terrorismo
Pero la incomunicación más sentida es la que afecta a la realidad afectiva de cada persona en sociedad. Nunca fue tan grande la desproporción entre las posibilidades técnicas de comunicarse y las experiencias de soledad.
Es en este contexto de contradicciones donde acaece el fenómeno del nuevo terrorismo mundial, que afecta tanto local como globalmente a la realidad humana del tiempo actual. En la historia de la humanidad siempre se han dado fenómenos de violencia y de muerte. Pero nunca antes fue tan grande la contradicción entre la capacidad creativa y la potencia destructiva que late en la propia realidad humana.
Es esta realidad intrínsecamente problemática la que caracteriza la situación en la que el tiempo actual le coloca al ser humano. Es la realidad problemática del mundo actual, que, siendo resultado de la acción humana, se experimenta a sí misma como refutada y provoca malestar.
Conversar para filosofar
Precisamente por el interés profundo por la vida misma, no se debe desertar de esta realidad, ni escapar de ella y tampoco ignorarla, sino afrontarla:
«Por eso, toda auténtica Filosofía comienza hoy por ser una conversación [...] en primer lugar, de nosotros, desde nuestra situación; una conversación, además, [...], haciéndonos problema, y no solamente tema de conversación».1
¿Con quién podemos conversar provechosamente «de nosotros, desde nuestra situación» «haciéndonos problema»?. Zubiri conversó con Hegel y en estas páginas se conversa con Zubiri, pero no sobre Zubiri, porque el tema de conversación es la realidad problemática en la que nos tiene colocados el tiempo presente, realidad que nos envuelve y que afecta a la existencia humana en lo más profundo de su ser.
Es problemática esta realidad porque extraña a su propio artífice, que es el sujeto humano. La vida cotidiana de la realidad avanzada del tiempo actual se expresa en modos y formas, lenguas y lenguajes, estructuras y discursos, que provoca en muchas personas la experiencia extraña de haber sido desalojadas de su propio hogar. La experiencia del extrañamiento es, sin duda, mayor en las grandes metrópolis, pero se va extendiendo a todos los rincones del planeta.
No debiera, sin embargo, interpretarse como problemática esta realidad sólo porque genera un entorno que incomoda a su propio autor humano, sino porque ella misma es la verdadera realidad de éste, por lo que se ve afectado en su existencia más íntima.
Es por ello que debemos enfrentarnos a esta realidad, si no queremos huir de lo que en realidad somos:
«En los días movidos en que vivimos se experimenta un placer especial al intentar repetir serenamente el problema [...] en algunas de sus más esenciales dimensiones».
«Tan extraño –dice Hegel, al comienzo de su Lógica– como un pueblo para quien se hubieran hecho inservibles, su Derecho político, sus inclinaciones y sus hábitos, es el espectáculo de un pueblo que ha perdido su Metafísica, un pueblo en el cual el espíritu ocupado de su propia esencia no tiene en él existencia alguna».
Hegel habla de un hipotético pueblo que hubiera hecho inservible su Derecho político... ¡Cuántos pueblos hoy en día han perdido su derecho político, y se ven obligados a vivir bajo el derecho impuesto por la fuerza de las armas! ¡Cuántos han visto cómo sus hábitos, sus costumbres, sus instituciones, han sido mutados por los de aquél que imponía su fuerza!
Qué magnífica caracterización la de Hegel, al describir a los pueblos que han perdido su Metafísica como pueblos en los que el espíritu ocupado de su propia esencia, no tiene en [ellos] existencia alguna.
¿Pero puede acaso un pueblo que lucha contra el hambre, o las enfermedades, preocuparse de su propia esencia? ¿Puede preocuparse por su esencia la persona que debe dedicar todo su tiempo disponible a trabajar para poder sobrevivir? ¿No requiere la filosofía ciertas condiciones?
Los países del primer mundo –al que pertenece el nuestro– tienen satisfechas las necesidades materiales como nunca antes en el pasado. Esta circunstancia no es, sin embargo, suficiente para afrontar la pregunta radical sobre la realidad de nuestro tiempo. Hay que dar un salto para pensar tranquilamente la propia realidad, huyendo tanto de la premura de la escasez como del ruido del exceso de abundancia.
Como recuerda Zubiri, releyendo a Hegel, es preciso entrar a las tranquilas moradas del pensar, entrar y permanecer en sí mismo, porque los intereses que mueven la vida de los pueblos y de los individuos han sido callados.
El tema que formula Hegel es el de la propia esencia, que Zubiri lo ha tratado, afrontando la pregunta: qué es ser. De su estudioso enfrentamiento con la pregunta sacó conclusiones que fueron recogidas en el libro «Sobre la Esencia». ¿Qué es ser?. Es la pregunta radical de la filosofía occidental desde Aristóteles hasta nuestros días, siendo Zubiri uno de los grandes entre los filósofos que la han abordado.
Esta es la razón por la que se plantean estas páginas como una conversación con Zubiri, porque es un buen guía para entrar a las tranquilas moradas del pensar. Quien no dé este paso hacia la reflexión sobre la realidad azarosa, no percibirá qué pueda significar el espíritu ocupado de su propia esencia y, por ello, tampoco podrá adquirir conciencia de su pérdida de existencia. Desde una reflexión madura, empero, podrá plantearse que los sujetos de nuestro tiempo actualicen en su ser el espíritu que los hace tales, encarnándolo en instituciones, inclinaciones, hábitos y costumbres con vida existencial propia.
Repensando y confrontando con Zubiri, va a plantearse el problema de la identidad de los sujetos de nuestro tiempo, en general, y el de su expresión nacional, en particular. No se trata de defender el derecho de las minorías. Se trata de aprender a vivir en un mundo nuevo, que se transforma a gran velocidad. Vivir en libertad, vivir en armonía, vivir en paz: desarrollando modos de afirmar y convivir que no estén basados en la negación o muerte de los otros.
En orden a contribuir al logro de tales modos de convivencia, muchas de las categorías y de los conceptos desde los cuales se plantean los problemas relativos a la identidad nacional generan, en el tiempo actual, más problemas que los que resuelven. Las guerras y las discordias negativas también están relacionadas con modos erróneos de plantear la vida en común. La conversación con Zubiri, con sus contribuciones «Sobre el Hombre»,2 pone de manifiesto –en las páginas que siguen– la necesidad de repensar y reformular la cuestión.
Identidad nacional y convivencia, son los temas sobre los que gira el diálogo con Zubiri, haciendo filosofía que «no nace de un arbitrario juego de pensamiento, sino de la azarosa, problemática, situación en que el tiempo, su tiempo, [es decir nuestro tiempo], le tiene [es decir, nos tiene] colocados».3
No es cuestión de provocar un arbitrario juego de pensamiento, ni de inventar problemas, sino de afrontar y analizar nuestro tiempo, la azarosa y problemática situación en que nosotros vivimos nuestro tiempo.
«Nuestra situación, sentida hoy como problema, lo hemos indicado antes, es la situación en que ha vivido y se ha desenvuelto Europa durante unas cuantas centurias. Mientras Europa ha ido haciéndose, ha podido el hombre sentirse cómodamente alojado en ella; al llegar a la madurez, siente empero, como diría Hegel, refutada en ésta su propia existencia».
El grado en que cada persona experimente o adquiera conciencia de vivir una realidad en la que siente refutada su propia existencia es muy variable, por lo que su cuestionamiento –en forma de pregunta– no será homogéneo. La respuesta, como es obvio, resultará más diferenciada y plural que la propia pregunta.
Este libro, cuyo texto ha ido conformándose en diálogo honesto con Zubiri, no pretende cerrar la conversación sobre nuestro tiempo, sino contribuir a su desarrollo, descubriendo nuevos senderos para afirmar la personalidad humana en los escenarios emergentes que configuran nuestro paisaje actual.
Lo que a continuación se expone, por tanto, nada tiene de definitivo. Es sólo una aportación, un intento de aportación, a la clarificación de unos problemas que nuestro tiempo nos ha planteado.
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