Descatalogado
Este tomo bien podría haberse titulado «La montaña y el hombre, hoy, en Euskal Herria». En nuestro quehacer editorial hemos dedicado mucha atención al monte, siempre desde la perspectiva intensa humanización. Pero parecía conveniente dedicar un tratamiento especial a la relación del hombre con la naturaleza en el ámbito del monte que recogiese los cambios que se han producido en el modo de ir y estar en el monte, y en lo que el monte significa hoy para nosotros.
- El monte un espacio compartido
La preocupación ecológica ha creado una sensibilidad colectiva que necesita partir de un hecho obvio: que el monte es un espacio donde tienen lugar unos procesos sociales y unas economías peculiares desde tiempo inmemorial y que por tanto cuando es usado para el ocio por los urbanos adquiere el carácter de un espacio compartido con diversidad defunciones. El ecologismo como movimiento social debe escuchar también a la ciencia ecológica para un correcto planteamiento de sus reivindicaciones y para adquirir solidez técnica y profundidad antropológica con amplias estrategias, incluida una eficaz dimensión utópica, que le lleven a adoptar actitudes éticas exigentes y coherentes y que integren además adecuadas categorías estéticas. En esta perspectiva hay que situar los trabajos de Jorge Ascasibar y de Pablo Areso.
- Novedades en el ocio del monte
El monte ha perdido algo de aquella seriedad y trascendencia que tenía hace todavía no muchos años; en él se fraguaba la fortaleza sicológica y espiritual, y su mismo carácter deportivo tenía un fuerte regusto ético. La práctica deportiva parece que se hubiera banalizado un tanto. Pero también es cierto que el espacio monte y sus ocios se han socializado deforma notable y que hay un mayor aprecio colectivo de la naturaleza. Y también tiene un gran éxito el monte como espacio simbólico multitudinario de tipo cultural y con caracteres reivindicativos y festivos.
El monte vive hoy además un momento de gran vitalidad como espacio de expansión gracias a lo que ha venido a llamarse ocio verde, turismo rural, o verde, etc. Aquí puede estar una de las claves del futuro del mundo rural por las posibilidades que se ofrecen de promover la diversificación de su economía.
Otro de los factores del éxito del monte como espacio de ocios es la diversificación de las prácticas deportivas, pues ofrece la posibilidad de cultivar otros valores e introducir alicientes nuevos, habilidades más técnicas y artefactos más sofisticados. Valores como pueden ser los que ofrecen el parapente, o el rafting, o la BTT o los descensos de cañones o la espeleología, pero, hay que decirlo, en la escalada siempre han existido. La parte central del libro en la que participa de modo muy especial Santiago Yaniz y en la que también ha colaborado Juan Mª Feliu, Josune Bereziartu y Josu Ulazia pretende mostrar esta parte dinámica y colorista que el monte presenta hoy; su aspecto más festivo, lúdico, y desenfadado. No hay que olvidar la dimensión estética que estos deportes y estos nuevos modos de estar en el monte tienen, por la moda colorista y cambiante de los atuendos. Hay una nueva cultura del monte y este libro además de informar quiere ser su reflejo y testimonio.
- La representación del monte en la cultura
Se aborda aquí el monte desde una perspectiva poco habitual en este tipo de publicaciones. Se analiza lo que pensamos del monte: cómo nos lo imaginamos y cómo nos lo representamos, cómo lo cantamos, cómo lo pintamos, cómo lo nombramos, cómo influye en nosotros, qué sentimientos despierta, ...
Nuestra concepción del monte nos viene dada de modo profundo por la mitología que nos ha llegado en relatos precisos, o de modo difuso en dichos, palabras, nombres, ideas, imágenes etc. José Antonio Quijera nos ofrece la cosmovisión vasca a la luz de la mitología. Y tras esa exposición de carácter sistemático, Pello Esnal hace una imaginativa contextualización de esa mitología abriéndonos los caminos para una apropiación de sus elementos de modo eficaz a través de fuentes literarias básicas, de relatos sugeridos y de ocasiones de internalizar de modo vivo todos estos elementos. Luis Mª Mujika en su artículo sobre toponimia nos abre al dominio del monte por el nombre. Es curioso por ejemplo que comprendamos el monte en cuanto a su forma, a través de nuestro propio cuerpo; de algún modo el hombre vasco se autocontempla en el monte cuando lo nombra. El tema del espacio literario da a Jon Kortazar la ocasión de hacer un breve repaso histórico del cambio cultural, que ha supuesto la transformación del mundo rural vasco. Esto tiene su reflejo en la literatura y se analiza en el itinerario que va desde la "madre tierra" al territorio de la imaginación ". Edorta Kortadi nos muestra el proceso de elaboración del concepto de paisaje y su representación en la pintura y en la escultura. Hace una selección de autores que representan diferentes corrientes artísticas y sus correspondientes miradas sobre la naturaleza. Francisco Esnaola nos abre a las fuentes sonoras de la naturaleza y a su contexto cultural y estético. La música representará luego el paisaje en las creaciones de los grandes maestros. Entre ellos los músicos vascos y el cancionero popular como reflejo del mundo rural. En "Una poética de la naturaleza y del paisaje " se desarrolla la dimensión antropológica del mundo subterráneo y del paisaje, el imaginario de la naturaleza y del paisaje al hilo de la lectura que Enrique Ayerbe hace de «Mimodramak eta Ikonoak» de Juan Mª Lekuona.
Generaciones de mendigoizales y montañeros, han percibido las virtualidades sicológicas y espirituales del monte. El inventario de la fenomenología de la experiencia religiosa en la montaña es inseparable de la reflexión erudita y testimonial de José Mª Zunzunegi. Este es un tema que se echaba en falta en nuestra literatura de montaña.
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