Descatalogado
Julio Caro Baroja (Madrid, 20 de mayo de 1987)
El autor de la obra que tengo el placer de presentar, Jesús María González de Zárate, es acaso menos conocido de lo que debía serlo, dada la calidad de lo que ya ha publicado y su extremada originalidad. González de Zárate ha estudiado una serie de temas centrados en las Artes plásticas que superan las concepciones más comunes y corrientes en el campo de la erudición. Siempre en su trabajo adopta un punto de vista original y, como digo, superior. Lo mismo cuando analiza las extrañas pinturas medievales de la iglesia de Alaiza, pueblo de la zona oriental de Alava, como cuando lleva a cabo el análisis de la obra de Saavedra Fajardo, en relación con la literatura emblemática, tema este último que dio materia a su tesis de doctorado, leída en la Universidad de Valencia y que obtuvo la calificación máxima. A la imagen va unido algo más, representa siempre algo más que lo que los ojos ven. Si son ojos poco perspicaces puede decirse que casi siempre no ven casi. Siempre me ha interesado observar cómo entran algunas personas en ámbitos o lugares cargados de objetos o «cosas» curiosas y aun curiosísimas y no ven nada, porque nada les dicen. Nuestro autor está en el lado opuesto y nos puede enseñar a ver como nadie, en el campo de las Bellas Artes. Su educación es inmensa. Puede comprobarse en estudios como el relativo a «El humanismo alavés en el siglo XVI visto a través de su plástica», o «La visión emblemática de San Millán en la pintura de Juan de Pricci». Puede asociar formas por un conocimiento profundo de ellas, su método comparativo exige enorme paciencia y retentiva visual. Se demuestran las dos capacidades en otros estudios: el relativo a «La Inmaculada de Alonso Cano en su contexto histórico» o el referente a «Burgos como centro difusor de motivos icónicos en el Arte sepulcral del Renacimiento norteño». Pero, a veces, sus análisis toman otro rumbo.
Así ocurre cuando estudia «La basílica de Loyola como reflejo de la Técnica arquitectónica del Humanismo», o «La Universidad de Oñate como casa de la Virtud».
La Iconografía se convierte en Iconología. El «logos» como «razón íntima» de las cosas, impera. Esto se observa también en escritos sobre Arte y artistas contemporáneos, como el que contiene la «Lectura iconográfica del autorretrato de Alex Alemany» hecho en Valencia, en 1983.
Ahora, en este libro sobre «La literatura en las Artes: Iconografía e Iconología de las Artes en el País Vasco», González de Zárate da la más cumplida muestra de su saber y perspicacia. Para tratar un tema que parece limitado, escribe páginas de mucha doctrina desde puntos de vista generales, sobre la investigación artística en conjunto, la Historiografía en el Arte, el sentido del mito a lo largo de las edades. Luego, entra ya en estudios monográficos, ampliando a veces temas que ya desarrolló antes u otros que, a veces tienen también interés etnográfico y folklórico. Son hasta catorce las monografías que contiene este libro: la última sobre la composición de Picasso en relación con Guernica. Como es natural a cada lector le interesará más una que otra, según sus gustos y conocimientos. Todas reflejan una vocación admirable, un fuerte poder visual, que hemos de envidiar los que no tenemos el gusto ni la facultad, por tanto, de interesarnos tan universalmente por el Arte: es decir, los que tenemos una órbita de visión más estrecha y exclusiva.
González de Zárate, alavés como ya parece indicarlo su apellido, vitoriano por más señas, ha estudiado en Barcelona y en Valencia y tras siete años de alejamiento, volvió en 1984 a su ciudad natal, donde ejerce el profesorado en la Facultad de Filología, Geografía e Historia. Es de esperar que con hombres y mujeres jóvenes de este temple la Universidad del País Vasco, que ha nacido con tantas dificultades y que pasa por profundas crisis, llegará a alcanzar el alto nivel que hemos deseado muchos a los que su creación nos cogió ya viejos. González de Zárate es con todo su amor a la tierra y al pueblo en que nació, un hombre universal. Todavía son pocos los que pueden ostentar título semejante, de verdad.
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