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Medios y fines
Albert Einstein caracterizó su época por la «perfección en los medios y confusión en los fines»1.
Perfección de los medios de comunicación
Es evidente que los medios de que disponemos los humanos al comienzo de este tercer milenio para comunicarnos han alcanzado una perfección inimaginable hace sólo cincuenta años. El sistema comunicativo humano dispone actualmente de herramientas que le permiten percibir señales e informaciones precisas de galaxias que se hallan a millones de años luz de la tierra o conversar viéndose mutuamente en pantalla con personas que residen en las antípodas o viajan en una nave espacial, así como consultar o compartir millones y millones de archivos (con textos, imágenes...) a través de una computadora personal desde el propio hogar. Tal grado de desarrollo de los medios de comunicación confirma con creces el diagnóstico de Einstein sobre su perfección.
Confusión en los fines del proceso comunicativo
La pregunta que nos hacemos, sin embargo, se refiere a los fines a cuyo servicio se usan dichos medios. Y, de partida, resulta prudente reconocer que no existe el mismo grado de perfección. Efectivamente, por desconcertante que pueda parecer, los medios de comunicación pueden utilizarse tanto para favorecer la comunicación entre grupos como para provocar su incomunicación, para transmitir informaciones veraces y para propagar mentiras, incitar a la guerra y llamar a la concordia,... Las tendencias en el uso de los medios son, por tanto, de contenido final muy contradictorio y generan, efectivamente, confusión en quien las analiza.
Sujetos y contenidos de la comunicación
Por definición, un medio de comunicación será más perfecto cuanto mejor satisfaga los fines del proceso comunicativo. Tales fines no pueden hallarse en el medio mismo, sino en los sujetos que participan en cada proceso de comunicación y en los contenidos que establezcan para sus relaciones.
El medio de comunicación por excelencia es cada ser humano, de modo que, en cada uno de nosotros, por la reflexividad, podemos distinguir que somos, a la vez, fin y medio de nuestros propios procesos comunicativos. Importa recordar esta condición contradictoria de la persona, porque la perfección de los nuevos medios sólo lo es en la medida que perfecciona la competencia o capacidad comunicativa de cada sujeto.
Preguntas sobre los fines de los nuevos medios de comunicación
Y ¿cuál es el fin del sistema comunicativo humano? Esta pregunta, llevada hasta su radicalidad, nos descubre el carácter naturalmente abierto tanto de las respuestas como de las preguntas en torno a las cuales puede discurrir la existencia humana, de modo que los nuevos medios comunicativos puedan utilizarse para fines muy contradictorios.
Entre las preguntas que guían el comportamiento humano cabe destacar tres que considero básicas o radicales: ¿de qué vivir?, ¿para qué vivir? y ¿cómo convivir?
Se trata de preguntas que, tal como destacó D. Bell2, se han vertebrado de forma relativamente autónoma entre sí en las sociedades desarrolladas occidentales actuales. Este punto de vista resulta útil para analizar lo que está ocurriendo en la sociedad vasca actual y, de manera especial, en los procesos comunicativos que nos afectan.
Nos proponemos analizar cómo afectan los nuevos medios a los sujetos y a los contenidos de los procesos comunicativos que afectan a los vascos, al afrontar y responder las tres cuestiones: de qué, para qué y cómo.
"De qué vivir" y los nuevos medios de comunicación
La nueva globalización de la historia humana tiene uno de sus pilares en los medios científicos y tecnológicos que permiten la conectividad total de las informaciones on line, facilitando tanto la división como la integración de procesos productivos complejos. Todo ello ha afectado profundamente a la base económica de las sociedades desarrolladas y, por su medio, a la economía de todo el planeta.
El conocimiento avanzado y su aplicación en forma de innovación tecnológica es una de las bases fundamentales sobre las que se asienta la ventaja competitiva de la nueva economía. La adquisición y actualización de tal ventaja está condicionada por la calidad de las redes y medios comunicativos de que disponen los actores económicos, sean individuos o corporaciones. Pero el conocimiento como saber entender o comprender y saber hacer, no reside ni en las redes ni en los medios, sino en las personas, en los nodos humanos.
Basarse en la confianza
El capital social, la memoria institucional, la cultura comunicacional, el clima organizacional..., considerados hoy activos estratégicos principales de las empresas más avanzadas, son conceptos que destacan, precisamente, más la dimensión ética y nómica que la técnica e instrumental de los agentes económicos. La innovación técnica es condición necesaria para el desarrollo de la realidades significadas por dichos conceptos, pero no es suficiente.
La creación y desarrollo –por actualización innovación– del capital social de una empresa plantea el reto de la gestión de los conocimientos (del saber hacer) y de los valores (del saber comportarse), lo que no es viable sin una «memoria institucional», sin un recordatorio dinámico que permita afrontar las situaciones nuevas desde la experiencia acumulada. La generación y mantenimiento de una tal memoria no se reduce al volcado de determinados protocolos a archivos digitales que se comparten. La memoria institucional –para que sea una verdadera fuente de soluciones– debe partir de la confianza entre las personas que constituyen la historia viva de la empresa.
Compartir la confianza
Se trata de la confianza ética, de la confianza que genera actitud y compromiso de compartir el principal activo de cada persona con los demás integrantes de la organización: su saber hacer, aquello por lo que cada cual recibe el reconocimiento profesional, social y económico en la empresa.
El uso avanzado de los actuales sistemas y medios de comunicación para el desarrollo de memorias institucionales al servicio de la mejora competitiva de las empresas económicas plantea, por tanto, además de los problemas técnicos, el desafío de refundar la adhesión a proyectos, implicando a todas las personas integrantes de cada red productiva, según reglas de contenido ético comunicativo compartido.
Cada proyecto empresarial comparte ámbitos comunes (cada vez más globales) con otras muchas empresas. De modo que los ámbitos comunes y los privativos no pueden considerarse como ajenos unos a otros, ni como paralelos entre sí.
Quiebra de la confianza
El cambio de siglo ha sido testigo de procesos comunicativos éticamente perversos en el mundo económico.
Una de las diferencias fundamentales entre otras globalizaciones precedentes (p.e. la derivada del descubrimiento del Nuevo Mundo) y la actual, es la posibilidad técnica de proporcionar información en tiempo prácticamente real a todos los actores económicamente implicados en procesos avanzados de generación de riqueza.
La gran paradoja es que tal posibilidad ha sido, sin embargo, utilizada para mantener desinformados a clientes y accionistas. Los casos de fraude empresarial como los de Enron, WorldCom o Ahold tienen una de sus bases en la política de captación de recursos financieros bajo engaño, manteniendo desinformado al público a través de las grandes agencias de comunicación que abren sus noticiarios dando cuenta de la evolución de los índices Nikkei, Dow Jones o Nasdaq.
Aunque no todas las quiebras se deban a procesos comunicativos fraudulentos, el hecho de que más de 30 empresas significativas del sector de las tecnologías de la comunicación hayan quebrado en los EE.UU. entre los años 2000 y 2002, con una pérdida de cuatro billones de dólares, impide creer que las personas que confiaron sus ahorros a dichas empresas recibiesen la debida información.
Los efectos sociales de estas quiebras en el corazón mismo del sistema de economía de mercado han resultado, de todos modos, menos dolorosos para la población que los producidos por las quiebras generalizadas de las economías estatales de los países del socialismo real. La quiebra de Enron no supuso ningún problema serio de suministro de energía para sus muchos clientes, ya que otras empresas del mercado sustituyeron sus servicios inmediatamente. No puede afirmarse lo mismo de Rusia, incluso muchos años después de haberse reconocido la quiebra de su sistema socialista.
Las megaquiebras de grandes empresas y estados no debieran hacernos olvidar que también se dan miniquiebras en negocios pequeños por el engaño en la comunicación.
No se trata de que en tales casos haya faltado técnica comunicativa, sino que ha fallado, principalmente, la ética comunicativa, por lo que los problemas comunicativos relativos a los procesos económicos nos plantean el reto de encontrar los cauces éticos para que los nuevos medios sirvan a fines honestos.
Este reto puede considerarse nuevo, porque presenta sus aspectos novedosos en el contexto de nueva globalización económica. Sin embargo tiene también su aspecto permanente si nos atenemos a la historia humana.
Quienes hemos nacido en pueblos con mercado público debidamente organizado y hemos superado el medio siglo de juventud, recordamos sin dificultad aquel anuncio advertencia que rezaba así: «Hay un juego de pesas y medidas a disposición del público». Esta era una de las condiciones necesarias –no suficiente– para que toda persona pudiese verificar, si el peso o la medida de los productos objeto de transacción era efectivamente el convenido.
Pero cada producto, además de su forma peso medida, tiene contenido sustancia densidad. Por ello me permito hacer otra referencia a los mercados de antaño y recordar un aforismo popularmente muy conocido: «me la han dado con queso», sentencia que solemos reiterar cuando nos meten gato por liebre. Resulta ilustrativo el origen del aforismo en cuestión. Cuando el bodeguero quería deshacerse de un vino a punto de agriarse, se lo ofrecía a su cliente, después de hacerle probar un queso picante, de modo que el paladar agradeciese, lo que sin aquel entrante no le iba a resultar agradable.
El respeto a unas reglas de juego (pesas y medidas) es, efectivamente, condición necesaria, pero no resulta suficiente, ni siquiera cuando tratamos de productos tan tangibles como pueden ser los productos de la tierra y el vino. El engaño es siempre posible, por lo que la prevención responsable nunca debería despreciarse. De ahí –y para terminar con recuerdos de un pasado no muy lejano– que se recomendara que el reloj y la pareja debían procurarse entre gente conocida de la que pudiera fiarse con fundamento.
Generar la confianza
La confianza se comparte o no es tal. Se comparte lo que puede ser comúnmente sentido o conocido o vivido. La creación de espacios, ámbitos, referencias, sentimientos, conocimientos y valores compartidos es resultado de procesos comunicativos. Siempre ha habido mercados, tiendas, proveedores o clientes que merecían más confianza que otros. Y siempre ha habido sorpresas. Por lo que la confianza seguirá siendo una realidad a merecer día a día, algo que deberá ser objetivo principal de los responsables de los procesos comunicativos.
Lo que ha cambiado –y mucho– es el conjunto de factores que conforman los procesos económicos de las sociedades más avanzadas. Los objetos o las materias o las cuestiones de cuyo conocimiento depende la confianza en un proceso económico –lo que condicionará la decisión de invertir o desinvertir, comprar o vender, o formalizar un pedido– se han transformado de tal modo, que tenemos necesidad de reinventar las redes comunicativas en que pueda descansar la confianza requerida en todo proceso económico.
Actualmente, sobre todo en las economías más avanzadas, los contenidos generadores de riqueza tienen formatos cada vez más virtuales y, además, una parte importante de su contenido es conocimiento (sea como ciencia, sea como saber hacer). Por añadidura, la actual división internacional del trabajo y su globalización –división basada cada vez más en competencias intangibles o subjetivas– nos integra en mercados en los que el conocimiento personal de los actores implicados parece, de momento, una utopía irrealizable.
A ello debe añadirse que los nuevos sistemas de comunicación son capaces de generar realidades virtuales, poniendo en el paisaje casas que no se han construido u ofreciendo el visionamiento de un proceso productivo que solo existe en la mente de quienes ofrecen nuevas oportunidades para invertir.
Las personas, garantía de la ética comunicativa
En nuestros días está de moda la gestión del conocimiento. Tengo la impresión de que, en la mente de no pocas personas, la gestión del conocimiento (propio o ajeno) incluye, no pocas veces, la gestión de la ignorancia de los demás. Valerme de algo que yo sé, conozco, domino y puedo aplicar, y que los demás ni saben o conocen, por lo que tampoco pueden dominarlo y aplicarlo, parece que es una ley elemental de la competencia natural entre personas y grupos que actúan en el mismo mercado.
Es en este contexto en el que resulta obligado tomar posición ética sobre el problema. Ética empieza con sujetos responsables de sus comportamientos y de sus omisiones. Y es aquí donde, generalmente, se bifurcan, por lo que a la economía se refiere, las orientaciones o tendencias personales. En el ámbito de las economías de mercado, unos prefieren situar la responsabilidad ética en las instituciones públicas (que actuarían como reguladores y árbitros) y otros insisten en la responsabilidad individual de las personas concretas que intervienen en el proceso.
En estas nuevas condiciones de la economía de la que nosotros somos parte activa –y en la que nos gustaría ser sujetos protagonistas y no objetos manipulados– ¿podemos hallar «pesas y medidas», así como principios y criterios orientadores que nos ayuden a evitar ser engañados?
Tanto local como globalmente nos hallamos inmersos en procesos de cambios profundos, no exentos de conmociones que pueden alterar nuestra situación personal y social en el mundo. Vuelvo en este sentido a las contradicciones culturales y éticas que desvelara Daniel Bell.
Aunque no sea posible la vuelta a una tradición ética común de contenido positivamente religioso al configurar las reglas de nuestras relaciones económicas –de modo que haya algunos frenos a la desmesura y el engaño, como ocurrió en el primer capitalismo gracias a la tradición cristiana calvinista de sus líderes–, debiéramos, al menos, establecer círculos de redes en que hiciésemos operativos principios elementales tales como: no engañar, si no queremos ser engañados.
En este empeño constructivo y positivo conviene recordar que la fuente ética no es la norma, la ley, ni la instancia administrativa de turno, sino la persona, naturalmente social e individualmente responsable.
En una sociedad cada vez más determinada por los factores subjetivos, es en el ethos regulador de dicha subjetividad donde debe buscarse principalmente la solución, que, por ello mismo, nunca podrá reducirse a un procedimiento mecánico y burocrático administrativo, por muy necesarias que sean determinadas condiciones públicas de relación social entre actores económicos.
Personalmente me inclino a insistir en la necesidad de una base ética de las personas concretas que asumen su responsabilidad individual con todas las consecuencias que de ello se derivaren, además de establecer con claridad las condiciones públicas (las reglas) en que debe desenvolverse el juego económico entre los actores afectados por cada proceso productivo o comercial.
Lo que no es aceptable en este contexto es reclamar libertad individual y delegar la responsabilidad en instituciones públicas u organismos reguladores.
"Para qué vivir" y los nuevos medios de comunicación
La determinación ética se conforma en la adhesión personal a valores que se legitiman por ser fines, para cuya realización merece la pena vivir. Una tal adhesión puede generarse por tradición, afecto o convicción. En la realidad individual de cada persona resulta, generalmente, difícil separar los tres factores: quien vive determinados valores que ha heredado por tradición está afectivamente vinculado a ellos y convencido de su validez.
Sea como fuere en cada caso, la adhesión a valores ocurre por un proceso de integración en una comunidad que siente, piensa y se comporta de una determinada manera. En nuestros días, tal como dijo José Miguel de Barandiarán refiriéndose a la sociedad vasca, vivimos «un trastorno en profundidad en los modos de sentir, pensar y comportarse» de las comunidades históricas.
La cohesión histórica de cada comunidad se garantiza por procesos comunicativos en que se forman las diferentes generaciones. Dichos procesos han estado fuertemente determinados o condicionados por el territorio. La situación geoestratégica de cada comunidad afectaba a la mayor o menor relación con otros modelos de vida. Debe cuestionarse, de todos modos, que la adhesión a determinados valores esté necesariamente determinada por el desconocimiento de la existencia de otros. La preferencia (tradicional, afectiva o deliberativa) por unos valores se explica mejor por la estimación subjetiva de considerarlos como los mejores que conoce.
Comunicación y valores
Los nuevos medios de comunicación afectan, en varios sentidos –además contradictorios–, al conocimiento de los sistemas nómicos que guían el comportamiento humano.
Dichos medios han servido, de un lado, para llevar a cabo homogeneizaciones y generalizaciones masivas tanto sobre estilos de vida, como sobre sus valores típicos. La creación de determinados estándares universales en modos o modas de vestir, cantar, beber, comer... no serían imaginables sin el concurso de los nuevos media (radio, TV, , cine, video, internet, CDR, DVD...).
Pero los nuevos media también ofrecen la oportunidad para generar flujos comunicativos de comunidades específicas. Los miembros de una comunidad lingüística numéricamente muy reducida pueden disponer, gracias a los nuevos media, de acceso a toda su literatura (oral o escrita) por internet a un costo muy bajo.
Lo que es indiscutible es que los nuevos medios nos ofrecen un acceso rápido y fácil a modelos y experiencias de vida muy distintos a aquellos en que nacimos y fuimos educados. Esto vale para el conjunto de la humanidad, aunque es más cierto en los países desarrollados.
En el caso de la sociedad vasca vivimos la acción intensa y extensa de flujos comunicativos diversos y contradictorios, compitiendo por integrar en sus discursos y visiones a las personas que la integramos.
La adhesión de la sociedad vasca a las diferentes lenguas es desigual, como es desigual la adhesión a valores éticos, tal como viene manifestándose en sucesivas encuestas que venimos realizando desde el Grupo Europeo de Valores de la Universidad de Deusto. En realidad existen diferencias en los de concebir y vivir las pertenencias comunitarias, que son en definitiva la realidad viviente humana de los procesos comunicativos. ¿Debe hablarse, por tanto, de dos o más comunidades?
Comunicación e identificación
Aunque no disponemos del espacio necesario para argumentar como exigiría la cuestión, nos atrevemos a afirmar que los medios de comunicación que inciden en la sociedad vasca conforman discursos ideológicos y normativos menos integradores que los que en realidad viven y desean las personas que conforman la sociedad vasca.3
Entienda como entienda cada persona el contenido de la condición vasca o navarra cuando se predica de personas, tanto en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) como en la Comunidad Foral de Navarra (CFN) sólo una minoría de individuos (9%) excluye la referencia vasca o navarra en su autoidentificación nacional o en la definición subjetiva de su propia identidad nacional (Tabla 1). La referencia vasca es la dominante entre quienes habitan la CAV y la navarra entre los habitantes de la CFN, pero la referencia española es compartida en diferentes grados por una mayoría de ellos.
Dos aspectos
Antes de avanzar en los aspectos cuantitativos, queremos llamar la atención sobre dos aspectos cualitativos relacionados con esta cuestión.
El primero está ligado al debate sobre la condición individual y colectiva de los sujetos políticos, su constitución, así como sus deberes y derechos. Es frecuente que en el debate público sobre la cuestión vasca se hagan referencias al individuo, al pueblo, a la nación, al territorio, al estado... absolutizando políticamente alguna de dichas categorías como la instancia soberana a la que deben someterse las demás. Así, por ejemplo, cuando se contraponen los derechos de cada individuo y los derechos de un pueblo. El modo en que cada persona se identifica con sus pertenencias sociales –más o menos locales y globales en cualesquiera de los ámbitos (lingüísticos, económicos...) de su existir humano– es un hecho tan individual como comunitario, porque siendo una opción de cada individuo afecta a su desarrollo en la comunidad. Las categorías individuo y nación son conceptos que pueden servir para entender dimensiones humanas reales, pero ninguna de ellas, en cuanto categorías, es capaz de abarcar en su totalidad la realidad humana. Reducir la persona a la medida del concepto moderno del individuo cartesiano (cogito, ergo sum) en torno al cual debe girar todo el universo, resulta tan artificial como confundirla con una totalidad social preestablecida (clase, raza, humanidad...) a cuyo servicio deba someterse todo lo demás. El derecho al desarrollo integral de los individuos no puede plantearse sin asumir el derecho al desarrollo de sus identidades comunitarias (vecinales, culturales, religiosas,...), porque ambos son aspectos que afectan igualmente a las personas concretas. En este sentido, muchos conflictos colectivos son expresión de diferencias individuales entre personas que aspiran a desarrollar identidades sociales distintas.
El segundo aspecto afecta, precisamente, a la consistencia de las diferencias en los modos en que los ciudadanos de Vasconia definen su identidad nacional subjetiva, cuando se les plantea la pregunta sobre sus fidelidades a su condición de navarros, vascos o españoles. A pesar de todas las políticas activas que se han llevado a cabo desde hace dos siglos para integrar a los ciudadanos de la Vasconia Peninsular en la unidad nacional española, no se ha conseguido la homogeneización nacional subjetiva pretendida por el estado. Y, aun habiéndose avecindado en Vasconia varios cientos de miles de inmigrantes con clara conciencia nacional subjetiva española a lo largo del siglo XX, no cabe esperar que aquella pretensión homogeneizadora vaya a tener éxito, por lo que podemos constatar a comienzos del XXI. Disponemos de series contrastadas de encuestas sobre la identidad nacional subjetiva preferente de los vascos desde hace más de 25 años y el número de personas que se sienten sólo españolas o más españolas que vascas en la CAV no alcanza el 15%. Igualmente ocurre en Navarra, donde la opción preferente es la de sentirse navarros.
Datos cualitativos
Hechas estas advertencias, vamos a aportar algunos datos cualitativos..
El rechazo subjetivo a ser reducidos a la homogeneización nacional española y la inclusión relativamente intensa de lo vasco y/o lo navarro en la identidad nacional que predican de sí mismos los habitantes de Vasconia, convierte a este territorio en un ámbito de relaciones sociales que tiene una cierta especificidad política en relación al estado. Pero es, así mismo, un hecho social, que la mayoría incluye en la identidad que se atribuyen a sí mismos, la referencia española. (Tabla 1)
Un 14,9% de los encuestados se siente sólo español o más español que vasco/navarro; el 35,7 % se siente tan vasco/navarro como español y un 42,7% más vasco/navarro que español o sólo vasco/navarro, siendo éste el grupo más numeroso, excluyendo –subjetivamente– la referencia identitaria española o supeditándola a la vasca o navarra. En segundo lugar se sitúa el grupo de aquellos encuestados que compatibilizan la pertenencia vasca/navarra con la española. Sólo un grupo minoritario de personas se presenta como española por encima de lo vasco/navarro. En cualquier caso, el sentimiento vasco/navarro se sitúa en la base de una amplísima mayoría de los encuestados y, en esta misma línea, un 75,8 % de los encuestados se siente muy orgulloso o bastante orgulloso de ser ciudadano vasco/navarro.
La encuesta pregunta, también, ¿a cuál de estas agrupaciones geográficas diría usted que pertenece?: localidad, comunidad autónoma (Euskadi o Navarra), España, Europa, el mundo entero. El 51,5 % de los encuestados responde que ante todo pertenece a la localidad, pueblo o ciudad donde vive, frente a un 23,4 % que elige Euskadi o Navarra. Estas prioridades cambian de posición cuando se les pregunta a los encuestados por la pertenencia en segundo lugar. En cualquier caso, las prioridades de identificación oscilan entre estos dos tipos de identificación, siendo el grupo menos numeroso el de aquellos encuestados que dicen pertenecer ante todo a España (13,2%), a Europa (1,7%) o al mundo entero (8,2%). (Tabla 2)
Si comparamos los resultados obtenidos en Vasconia Peninsular con los de España y Europa, observamos que existe una diferencia: el porcentaje que se identifica prioritariamente con el espacio vasco o navarro supera al que prefiere identificarse en primer lugar con el español como ámbito geográfico de pertenencia. No ocurre lo mismo ni en el conjunto estatal español ni en el europeo. Este es un dato significativo de la disputa de adscripciones nacionales existente en Euskalerria. Sin embargo, estos números no permiten deducir el grado de coincidencia de los encuestados en los contenidos reales del significado que dan a dichas pertenencias.
Pertenencias: compatibilización y exclusión
Aunque somos reacios a magnificar las diferencias porcentuales que se observan entre 1995 y 1999 (Tablas 1 y 2), nos atrevemos a interpretarlas desde un doble punto de vista:
a) mayor aceptación social de la compatibilidad positiva de las pertenencias o autoidentificaciones plurales.
b) menor necesidad de autoafirmar la preferencia relativa por la exclusión.
El diverso grado de compatibilidad o incompatibilidad de los sentimientos de pertenencia origina la conformación de infinidad de grupos, que metodológicamente pueden reducirse a dos, tres o cuatro, pero que la realidad personal concreta de los ciudadanos se encarga de multiplicar.
En cualquier caso, el análisis de la evolución de la autoidentificación nacional en la última década permite concluir la estabilidad de la pluralidad de autoidentificaciones nacionales existentes.
Además, no todos los que se sienten sólo vascos/navarros o españoles tienen por qué tener la misma adscripción identitaria en términos cuantitativos y cualitativos. La importancia concedida a la pertenencia a una determinada identidad colectiva en términos de nación es relativa desde el momento en que el individuo presenta distintas pertenencias e identificaciones con grupos u organizaciones al plantear y responder las tres cuestiones (de qué, para qué y cómo con/vivir).
Así mismo, quien, al definir su pertenencia territorial prioritaria, opta por Euskadi o Navarra, puede hacerlo por un rechazo ideológico a España o por afecto tradicional a un ámbito de relación más próximo o por un interés personal inmediato (p.e. una mejor atención del sistema de asistencia sanitaria). Ello obedece a que la misma pregunta permite ser interpretada desde historias personales diferentes, por lo que la contestación puede tener un valor distinto en cada caso.
Estimamos, pues, que las conclusiones a extraer de su análisis pueden limitarse a dos principalmente:
a) la dificultad de encontrar una identificación positiva común de todos los ciudadanos al pronunciarse sobre su relación con los distintos modos de identificación nacional;
b) la relevancia innegable de la adhesión positiva a ámbitos identitarios más próximos –siendo el referente más común el vasco o navarro– y la menor inclusión positiva de los más alejados.
La lengua como referente de identidad
La pluralidad de fidelidades comunitarias se refleja, así mismo, en las respuestas a otra pregunta de interés en este contexto: Si pudiese elegir, ¿qué tres lenguas le gustaría saber y que supiesen sus hijos?
Las lenguas son, a la vez, herramientas y símbolos, útiles instrumentales y referencias de sentido, medios y fines. La opción preferente por una u otra lengua puede significar lo mismo adhesión a una determinada tradición cultural transmitida históricamente en ese idioma, que interés por vender o educar o evangelizar a las gentes que se expresan en dicha lengua. Y la adhesión positiva puede ser expresión simbólica de una negación o varias negaciones.
Pero –sean los que fueren los motivos de cada opción–, en un espacio social plurilingüe, la jerarquización relativa de las lenguas comunitarias afecta a la relación de cada persona con las identidades colectivas. Este es nuestro caso. (Tabla 3)
Un 44,7% elige, como primera lengua, el euskera, y un 47,7% elige el castellano; en segundo lugar, un 29,4% elige el euskera, un 34,7% el castellano y un 26,7% el inglés.
En la medida que vamos cediendo prioridades aparecen otras lenguas que pueden tener una significación distinta ya que no se sitúan en el centro del proceso identitario. En este caso, las prioridades del idioma reflejan también el conflicto de lealtades comunitarias y nacionales.
Si tenemos en cuenta la suma de todas las opciones observamos que el inglés es el idioma más elegido. Prácticamente supera al castellano y al euskera. En este sentido, los tres idiomas reciben una legitimación importante. Ahora bien, no son del mismo rango, ni de la misma naturaleza. Es precisamente en estas situaciones en las que resulta útil diferenciar las tres cuestiones (de qué, para qué y cómo con/vivir). Cada idioma puede ocupar una posición y función diferentes en cada ámbito de las tres cuestiones. El inglés no es primera opción identitaria, pero es opción fundamental como medio de acceso a un ámbito de comunicación global (en que se resuelve cada vez más la economía de los países desarrollados). La posición social del euskera y del castellano es sustancialmente distinta a la del inglés. Estos dos idiomas son fundamentalmente el reflejo de las maneras de sentir, pensar y actuar de partes importantes de la población y además cumplen la función comunicativa coitidiana. No resulta posible la homogeneización social a través de una lengua única que cree lealtad identitaria común, desde un punto de vista nacional.
Entre el año 1995 y 1999 tampoco pueden observarse, a tenor de estos datos, diferencias importantes. (Tabla 6)
Sí analizamos la relación entre adscripción identitaria de cualquier tipo con la opción del idioma, los datos no hacen más que insistir en las tesis mantenidas hasta ahora. En la medida en que los encuestados se vinculan de manera exclusiva en términos identitarios con lo vasco/navarro el euskera es una opción prioritaria y generalizada. Ahora bien; en la medida en que se invierte el proceso y los encuestados manifiestan otras prioridades de pertenencia el número de personas que eligen al euskera baja considerablemente. Siguiendo lo datos de la tabla 6 como referencia, se observa que aquellos que se sitúan exclusivamente en la identidad vasco navarra optan por el euskera en un 87,8% de los casos; esta cifra se reduce al 12% en el caso de aquellos que se sitúan en el sentimiento de pertenencia a España. Sin embargo, existe un gran número de encuestados que presentan una serie de adscripciones que ocupan un espacio intermedio y en el que la opción prioritaria del euskera ocupa un lugar importante.
Hemos indicado que esta realidad plural de las pertenencias culturales comunitarias muestra sociológicamente una mayor centralidad que la expresada por los medios de comunicación en sus discursos sobre lo vasco.
El modo de nombrar una realidad social
A falta de espacio para abundar en el tema, vamos a limitarnos a un dato: el modo diferente de nombrar esa realidad social por parte de tres diarios significativos en la conformación de los flujos comunicativos públicos.
No es posible pronunciarse sin enunciar contenidos y sin llamar a las cosas por «su nombre». Dejando de lado cuestiones mucho más sustantivas desde el punto de vista ético y democrático, ¿cómo debe nombrarse el conjunto de la realidad social objeto de las encuestas, a cuyos datos nos hemos referido en las tablas precedentes? ¿Euskalerria? ¿Vasconia? ¿Pueblo Vasco? ¿País Vasco? ¿País Vasco Navarro?, ¿Vascongadas y Navarra? ¿Euskadi? ¿Euskadi y Navarra?, ¿Comunidad Autónoma Vasca y Comunidad Foral de Navarra?...
A través del uso preferente –y exclusión correspondiente– de unas u otras expresiones toman de hecho partido tanto líderes políticos como medios de comunicación en razón de sus ideas sobre el futuro político deseado para las gentes que viven en dichos territorios.
Como prueba baste el análisis de una amplia muestra de artículos editoriales de tres diarios significativos para el contexto que nos ocupa: DEIA, EL CORREO y GARA.4
Es evidente que el uso diferenciado que los distintos editorialistas hacen de los términos Euskalerria (o Euskal Herria), Pueblo Vasco, País Vasco, Euskadi, País Vasco y Navarra, Euskadi Sur, Euskalerria Sur, Comunidad Autónoma Vasca y Comunidad Foral de Navarra etc. para referenciar el ámbito social o territorial que nosotros hemos denominado Vasconia peninsular, está condicionado por la posición política de sus autores (en este caso, de los responsables de los mismos medios). (Tablas 5 y 7)
Si tomamos en consideración las dos opciones que mayor frecuencia relativa tienen en cada medio, aparecen las diferencias que, repito, no son ajenas a las definiciones ideológicas sobre la realidad social vasca, que nosotros hemos clasificado en tres grupos distintos:
- DEIA se inclina por el uso preferente de Euskadi (48 %)), aunque en dos acepciones distintas a) como expresión nacional del Pueblo Vasco integrado por los territorios de ambos lados del Pirineo. b) como la Comunidad Autónoma de Euskadi (13 %), a la que concibe como motor económico, social y cultural de Euskalerria o Pueblo Vasco.
- El diario GARA es el que en su línea editorial mayor uso relativo hace del término Euskal Herria (57%) en el período analizado, en consonancia clara con la redefinición ideológica operada en la dirección del MLNV al inicio de la década de los 90 sobre el modo de expresar la contradicción principal en el ámbito vasco: pueblo versus estado, en el nuevo contexto internacional posterior al derribo del muro de Berlin.
- EL CORREO concentra sus preferencias en las expresiones País Vasco y Euskadi, entendido generalmente como la Comunidad Autónoma de Euskadi.
El hecho de que EL CORREO, que proviene de EL CORREO ESPAÑOL – EL PUEBLO VASCO, haga un uso tan escaso de la expresión pueblo vasco (3%) en su línea editorial llama tanto la atención, como el hecho de que GARA, diario afín del MLNV, cuyo acontecimiento fundante –según sus propios ideólogos– es Euskadi ta Askatasuna, apenas haga uso del término Euskadi para referirse a la sociedad vasca.
En realidad, estos modos distintos de enunciar la realidad social y política vasca evidencian la lucha por orientar su futuro en distintas direcciones. Y los diarios que mediatizan la comunicación pública de los ciudadanos desde dichos proyectos no comunes, independientemente de su voluntad, se transforman en medios que también incomunican, con su efecto en el clima o contexto social.
Los nuevos medios son, sin duda, una oportunidad para dar cauce de integración a esta pluralidad. Pero la oportunidad sólo existirá desde la decisión ética por valerse de tales medios que, sin duda, ofrecen posibilidades insospechadas para combinar lo local con lo global y lo global con lo local, particularmente en los procesos de integraciones comunitarias a través de las redes de formación tanto inicial como continua.
"Cómo convivir" y los nuevos medios de comunicación
El uso creciente, que hacemos los humanos de sistemas, programas y servicios telemáticos para comunicarnos entre nosotros y con nuestros diferentes entornos, afecta no sólo al ámbito económico y cultural, sino al conjunto de las relaciones sociales que conforman nuestra existencia individual y colectiva. No tiene nada de extraño que la conciencia social sobre la importancia de esta novedad histórica vaya también aumentando.
¿Historia versus territorio?
Los hechos sociales son acontecimientos de relación entre sujetos que se comunican. La comunicación humana acontece en un espacio y en un tiempo. Si bien el espacio y el tiempo se condicionan mutuamente en la existencia concreta de los sujetos sociales, en general, –al menos en la tradición cultural dominante hoy en occidente– se le da más importancia al espacio que al tiempo al identificar los procesos sociales. En este sentido observamos que es más común hablar de espacios sociales (económicos, culturales, políticos) que hablar de tiempos sociales (económicos, culturales, políticos). Al uso prioritario de lo «espacial» sobre lo «temporal» para identificar procesos sociales concretos de comunicación pueden haber contribuído, entre otros, los siguientes factores:
- El peso de ciertas tradiciones culturales que han hecho de lo espacial lo estable, mientras que la dimensión temporal se ha identificado como lo mudable (tempus fugit).
- La experiencia humana de la dificultad de compartir un tiempo común entre personas y grupos que se hallaban espacialmente distantes; el tiempo ha sido común sólo para aquellos que pertenecían a un espacio compartido o en la medida en que seguían adheridos a la tradición o herencia de ese espacio común (casa, vecindad, pueblo...). Incluso parecía más fácil –culturalmente– la ligazón entre ascendientes y descendientes enraizados en un mismo espacio, que la comunicación entre contemporáneos residentes en continentes distintos.
- La circunstancia de hablar generalmente en un tiempo compartido sobre las cosas que ocurren, puede haber favorecido la búsqueda de su distincción a través de su identificación local (ha ocurrido en aquel lugar o en este otro).
- La limitación territorial de la economía tradicional (por dificultades de transporte y comunicación) ha podido ser también uno de los factores determinantes de esta percepción espacial de lo social, incluso de las relaciones sociales de contenido religioso, lingüístico o lúdico. En ese contexto debe entenderse el aserto «cuius regio eius religio», que da a entender que la ocupación de un espacio garantiza el control de las relaciones sociales incluso de carácter religioso. Lo mismo cabe decir de la lengua, es decir de las relaciones socio lingüísticas de los habitantes, de modo que Nebrija no hubiese dudado en hacer suya: cuius imperium, eius lingua.
- La organización política –con sus estructuras de autoridad o de poder– de los procesos sociales (tanto de carácter económico como cultural) se ha basado, en general, en el ejercicio de un poder soberano sobre un territorio y, a través del territorio, sobre las relaciones productivas, comerciales, lingüísticas, etc. de sus habitantes. La ocupación del territorio se ha convertido así en un supuesto estratégico de toda política orientada a la intervención social. Los guardianes del espacio –del territorio– eran los guardianes del contenido de las relaciones sociales en dicho territorio.
Las nuevas telecomunicaciones y su influjo en lo espacial y temporal
La telecomunicación nos está permitiendo superar algunas de las fronteras espaciales que impedían u obstaculizaban la comunicación social de los sujetos históricos (individuos, familias, pueblos,...) y, con ello, está alterando profundamente el universo humano de las relaciones sociales y de la convivencia.
El hecho de poder actualizar la comunicación entre experiencias distantes en el espacio (incluso en el tiempo) equivale a introducir un factor perturbador en las condiciones que han regido hasta ahora las relaciones sociales. Universos temporales encontrados pueden alimentarse y retroalimentarse desde puntos más distantes que los del globo (desde naves espaciales p.e.). Con ello los procesos de integración o desintegración, de arraigo o desarraigo basados en la pertenencia espacial van a verse profundamente afectados.
Los cambios inducidos por la comunicación telemática en la organización política de las relaciones sociales van a ser profundos.
La demanda de condiciones políticas para ejercer libremente la voluntad propia –cultural y económicamente– por parte de un sujeto social (individual o colectivo) se ha concretado principalmente en demanda de espacio (desde la inviolabilidad de la casa hasta la disposición libre de un territorio más o menos extenso). Las posibilidades cada vez mayores de la telecomunicación pueden alterar radicalmente la relación entre ocupación del espacio y condiciones para ocupar cultural y económicamente su tiempo por parte de quienes habitan dicho espacio.
Estas circunstancias nuevas de comunicación –intercomunicación e incomunicación– aconsejan plantear, por tanto, el debate sobre las condiciones políticas del desarrollo cultural y económico de personas y pueblos, no tanto en términos territoriales o espaciales, cuanto en términos temporales o históricos.
Seguramente el debate sobre el derecho a un territorio se transformará en el debate sobre el derecho a un tiempo para realizarse históricamente, o sea en debate sobre derechos históricos (para dar continuidad o cambiar un modo de hacer y contar su historia, construyendo futuro desde su libertad).
El peligro de ganar el territorio y perder la historia
Los avances en la telecomunicación –permitiendo intervenir e interferir y compartir tiempos desde espacios tan distantes– han servido para hacernos más conscientes de esta verdad elemental: de nada sirve a una persona o a un pueblo ganar todo el espacio del mundo, si pierde su tiempo histórico.
El alma de las personas y de los pueblos es realidad histórica durante el tiempo en que nacen, crecen, viven y se dan un futuro. Las lenguas y los lenguajes humanos tienen la vida social condicionada por el tiempo de vida que le dan quienes los usan o los reviven (como herramienta de comunicación, como universo poético estético de referencias simbólicas de la existencia, o...). También las instituciones (económicas, religiosas, políticas...) tienen vida social en la medida en que condicionan el tiempo de vida de personas y pueblos.
En este contexto debemos asumir el reto de identificar los nuevos procesos sociales inducidos por la telecomunicación, descubriendo procesos nuevos o emergentes de relación social, de individuación y de socialización, de soledad y compañía, de libertad y de servidumbre, de comunicación e incomunicación, de intercomunicación y anticomunicación,
Tanto los retos como las oportunidades nos enfrentan a una situación humanamente crítica. Somos conscientes de estar aplicando unos medios de enorme potencia en orden a alterar las condiciones de la existencia humana, sin tener conocimiento de los efectos que se van a derivar de nuestra acción. Tal como declarara Hans Jonas, sólo la responsabilidad personal, activamente ejercida y compartida, puede ayudarnos a evitar el uso perverso de medios tan potentes que, sabia y honestamente utilizados, contribuirán, sin duda, a humanizar más y más nuestra convivencia económica, cultural y política.
Notas
1 A. Einstein (1879-1955) expresó esta idea a través de sentencias diferentes: «Wir leben in einer Zeit vollkommener Mittel und verworrener Ziele» o «Perfektion der Mittel und Konfusion der Ziele kennzeichnen meiner Ansicht nach unsere Zeit» entre otras.
2 Daniel Bell distingue en su estudio sobre «las contradicciones culturales del capitalismo» tres ejes axiales en las sociedades avanzadas actuales del capitalismo. A los tres ejes pudieran corresponder las tres preguntas que he formulado, planteando cada una un problema distinto, de modo que las respuestas no pueden derivarse de forma lineal de uno a otro.
3 Un desarrollo más amplio de este argumento puede hallarse en F. Garmendia y X. Barandiarán: Política y valores en Vasconia, in: J.Elzo (director) y otros: Los valores de los vascos y navarros ante el nuevo milenio, Universidad de Deusto, Bilbao 2002, pp. 227-299. Parte del texto y los datos que incluyo a continuación se han extraído literalmente de aquel artículo.
4 Los datos que aportamos se basan en el análisis de 9573 artículos editoriales publicados entre el 1/1/1995 y el 14/9/1999 por los siguientes diarios: DEIA, EL CORREO, EL DIARIO VASCO y GARA (o EUSKADI INFORMACION o EGIN) , ABC, EL MUNDO, EL PAIS, LA RAZON y LA VANGUARDIA. En todos ellos se hace alguna referencia expresa a eusk..., vasc... o alguno de los territorios históricos a los que nos hemos referido.
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