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INTRODUCCION GENERAL
MAPAS. DIVISIONES ADMINISTRATIVAS, MUNICIPIOS Y COMARCAS,COMUNAS Y CANTONES
Por Eugenio Ruiz Urrestarazu
UN TERRITORIO DIVERSO Y DESVERTEBRADO
Euskal Herria es un país virtual que no existe más que en el corazón de los vascos. Dada su actual articulación funcional tampoco puede hablarse de una región geográfica. Carece de límites naturales externos claros, su sustrato territorial se divide en diversas áreas físicas y su heterogeneidad económica, social y cultural queda refrendada por un cuarteamiento administrativo variopinto.
En su constitución fisiográfica se yuxtaponen amplias depresiones tectónicas a la cadena de plegamiento pirenaica, relieves de tipo alpino a otros de llanura o de montaña media. En una distancia reducida se pasa del clima oceánico costero a uno mediterráneo del interior a través de una matizada gradación de ambientes que la variada vegetación delata y los diversos paisajes rurales valorizan. El mosaico medioambiental es de una gran riqueza. Pero la falta de uniformidad en el medio físico no equivale necesariamente a ausencia de coherencia regional. Bien al contrario, muchos territorios basan su unidad en la complementariedad ambiental y de recursos. El factor que articula un espacio, que le dota de coherencia e interdependencia funcional es el humano por medio de los procesos históricos y de su organización económica, social y administrativa.
Excepto un corto período medieval las regiones de Euskal Herria han carecido a lo largo de su historia de unidad política. Asimismo hoy día este aspecto político-administrativo es el que mejor resalta la disgregación interna. La geopolítica enseña que la primera y fundamental división la protagoniza la frontera internacional hispano-francesa que corta el país en dos conjuntos notoriamente contrastados. Al norte, dentro del centralista Estado francés, las provincias de Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa carecen de cualquier tipo de reconocimiento administrativo, ya sea en conjunto o separadamente. Pertenecen al departamento de los Pirineos Atlánticos cuya capitalidad se ubica en la ciudad bearnesa de Pau. Siguiendo la política de organización territorial emanada de la Unión Europea, el Estado francés llevó a cabo un proceso de regionalización dentro del cual ese departamento forma parte de la región de Aquitania junto con otros cuatro departamentos franceses. Al sur la situación es muy diferente e incluso se podría decir que inversa, pues lo que caracteriza a este espacio situado en el Estado español es la desmembración político-administrativa. Como consecuencia de la Constitución española de 1978 se produjo un proceso descentralizador por medio de la creación de entes autonómicos como forma de organización territorial. Por un lado las antaño denominadas provincias Vascongadas (Alava, Gipuzkoa y Bizkaia) pasan a formar la Comunidad Autónoma del País Vasco y, por otro, la parte peninsular del antiguo Reino de Navarra integra la Comunidad Foral de Navarra/Nafarroa. Dentro de la C. A. del País Vasco la Ley de Territorios Históricos de 1983, nacida a raíz de sentimientos particularistas provinciales, traspasa amplias competencias del Gobierno Vasco a las Diputaciones, órganos de gobierno de profunda raigambre histórica en estas provincias. El panorama institucional es realmente complejo: dos estados, tres regiones, un departamento, cuatro provincias...
Por lo que afecta sobre todo a las regiones de la Euskal Herria peninsular la citada complejidad obedece a un proceso histórico que no hace sino incidir una y otra vez en uno de los rasgos sociales más característico de estas tierras, su particularismo y su desarticulación interna. En el territorio continental la Revolución borró cualquier vestigio de sus instituciones sociales y políticas tradicionales al englobarlo en 1790 en el departamento de los Bajos Pirineos que en 1969 pasa a llamarse Pirineos Atlánticos.
A la fragmentación física y política hay que añadir la diversidad económica y de organización territorial. Las provincias norpirenaicas han sufrido un escaso desarrollo económico que se manifiesta en su deficiente base industrial, ausencia de grandes ciudades, papel preponderante de los servicios, en particular del turismo, importancia comparativa de las actividades agrarias. Como contrapartida la permanencia de un entorno agradable constituye uno de sus activos. Las provincias de Bizkaia y Gipuzkoa son paradigmas de viejas regiones industriales: elevada densidad de población y concentración urbana, herencia de intensos desequilibrios sectoriales pero también de iniciativas y formación técnica y empresarial, severos procesos de reconversión industrial, deterioro medioambiental. Debido a que en las dos provincias meridionales de Alava/Araba y Navarra/Nafarroa no llegó a realizarse con éxito la primera revolución industrial su desarrollo quedó desplazado en el tiempo. Alcanzadas por la ola desarrollista de los años sesenta presentan unos caracteres intermedios respecto de los anteriores espa= cios. Su población creció pero mantienen unas densidades moderadas que en comarcas rurales profundas pasan a ser muy reducidas, el auge urbano es menor que en las provincias cantábricas mientras el peso agrario es superior, su industria es más joven, etc.
Este intrincado panorama multiplica sus facetas ante la pluralidad social y cultural. La frontera divide dos mundos culturales claramente diferenciados cuyas manifestaciones abarcan una variada gama de actitudes y comportamientos. La inmigración experimentada durante las décadas pasadas -jubilados en el norte, obreros en el sur- ha contribuido en ocasiones al esbozo de dos comunidades, peculiaridad que el tiempo va modulando. La diversidad lingüística, a su vez, enriquece a esta sociedad. El francés en el norte y el español en el sur actúan como lenguas mayoritarias en cada ámbito, separadas por la raya fronteriza, separación cada vez mayor a causa de la primacía del inglés como segunda lengua en la enseñanza. La tercera lengua, el euskara o vascuence, conforma un patrimonio común a ambos lados de la frontera, aunque su carácter minoritario le enfrenta a situaciones diglósicas frecuentes. Un reflejo de toda esta heterogeneidad se manifiesta en la variada gama de opciones políticas, mucho más amplia que en territorios colindantes, ya que a los partidos de carácter estatal hay que añadir las alternativas nacionalistas y provincialistas de diverso signo.
Ante esta complejidad, la idea del territorio de Euskal Herria se basa en una concepción de carácter cultural que tiene como fundamento básico a la lengua vasca. Por otro lado, el devenir de la Europa sin fronteras tiende a reforzar los lazos y por consiguiente la estructuración de regiones fronterizas. En el caso concreto de Euskal Herria existen diversos factores que indican una tendencia hacia un futuro de mayor cohesión. Su diversidad económica que favorece la complementariedad de actividades y localizaciones, la constitución de la conurbación Baiona-Donostia/San Sebastían que garantiza un creciente intercambio transfronterizo, el sentimiento de sustrato cultural común son algunos de ellos. Su ubicación dentro del Arco Atlántico en una favorable situación de bisagra entre los finisterres y el Mediterráneo apremia a una mejor vertebración interna y externa de las infraestructuras de comunicación que debe redundar en un incremento de su coherencia frente al beneficioso reto del nacimiento de una Eurorregión.
LOS NOMBRES DE EUSKAL HERRIA
Pays Basque, Navarra/Nafarroa, País Vasco, Vasconia, Euskal Herria, Provincias Vascongadas, Euskadi, Cantabria, País Vasco-Navarro... Si realmente existe algún nombre que con cierta aquiescencia pueda englobar de manera conjunta a los actuales territorios de la Comunidad Foral de Navarra, la Comunidad Autónoma del País Vasco y las tres provincias vascas del departamento francés de los Pirineos Atlánticos será con probabilidad el de Euskal Herria, una vez que otras denominaciones históricas han caído hace tiempo en desuso. De origen sin duda mucho más antiguo, la primera vez que se constata su presencia documental (bajo la grafía Heuscal Herria) tiene lugar en 1571, fecha en la que loannes Leigarraga publica en La Rochelle su traducción a la lengua vasca del Nuevo Testamento protestante, cumpliendo así el encargo que la reina de Navarra, loana de Albret, firme propagadora de la nueva religión, le había encomendado.
Su traducción literal equivale a «territorio de la lengua vasca». Si esta expresión se interpreta como correspondiente a aquellos lugares en los que dicha lengua es predominante, su extensión habría ido mermando a lo largo de la historia y hoy día su dominio aparecería circunscrito a enclaves de pequeña extensión y aislados entre sí. Pero si se contemplan las tierras en las que sus habitantes la consideran al menos parte de un patrimonio cultural propio, su aplicación a los territorios arriba mencionados parece acertada y, en cualquier caso, más apropiada y menos confusa que otras que se han ensayado.
El nombre más antiguo que han recibido los habitantes de estas tierras es el de vascones. En torno al inicio de nuestra era Estrabón en su Geografía enumera las tribus del norte de la Península Ibérica, entre las que menciona, además de la de los vascones, la de los várdulos, caristios, autrigones y be rones, todos ellos en su totalidad o en parte dentro del espacio actual de Euskal Herria. Durante el Bajo Imperio esta diversidad tribal va desapareciendo de los textos, según se impone la generalización del término vascones. En este sentido más general y con un marcado carácter étnico lo utiliza en el siglo III Hippolytos quien, sin embargo, mantiene la presencia de los autrigones diferenciándolos de los vascones por el este y de los astures por el oeste. Ya en el siglo IV Paulino de Nola utiliza el término territorial de Vasconia, derivado del gentilicio o étnico anterior. Estas denominaciones continuarán siendo usuales durante la época visigoda, si bien no se conoce con exactitud los límites espaciales a los que se aplicaban.
Conforme en la Baja Edad Media se estrenan en la historia los nombres de las actuales provincias peninsulares y se consolidan diferentes entidades político-territoriales, el término Vasconia -no así el de vascones- queda relegado a la vertiente norte del Pirineo donde deriva en Wasconia y Gascuña. En el 808, en losAnnalesTiliani, se mencionan por vez primera a navarros y pamploneses. Cerca de ochenta años más tarde, en la Crónica de Alfonso III, se alude ya a los territorios de Alava y Bizcaia. Hay que aguardar más tiempo para que en una escritura de Sancho el Mayor de Navarra de 1027 aparezca el término de Ipuzcoa. Por su parte el nombre de la provincia de Lapurdi -Labourd en francés, Labort en la forma castellana tradicionalparece provenir del genitivo de Lapurdum, apelativo con el que los romanos denominaban un oppidum localizado en el entorno de la actual ciudad de Baiona. Probablemente haya que retrotraerse a las tribus que en tiempo de los romanos la habitaban para indagar los orígenes de Zuberoa, Soule en francés o Sola en morfología castellana ya en desuso. Plinio alude a los sybillates y César a sibuzates o sibulates, mientras que en el año 635 se menciona el vallis Subola.
La fuerte personalidad político-social de cada uno de estos territorios, en particular de Navarra/Nafarroa constituida en reino, impone denominaciones propias y diferenciadas. Así por ejemplo, durante el siglo XII el célebre peregrino Aymery Picaud en su, al parecer, desdichado paso por estas tierras, distingue entre bascli (vascos) y nauarri (navarros). Aunque constata que las similitudes en lengua y costumbres son muchas la diferencia viene dada porque los primeros viven al norte de los Pirineos y los segundos al sur. Esta denominación de vascos consagrada en exclusiva a los vascos continentales y que hoy resulta chocante permanece hasta el siglo pasado.
En el Renacimiento se incorpora una nueva denominación, Cantabria, de gran éxito entre los apologistas vascos, nacida del mito del cantabrismo. Estos autores abogan por la inclusión de los vascos dentro de la Cantabria clásica que con tanto ardor se defendió de la invasión del Imperio Romano, muestra de su original independencia e hidalguía. El historiador Esteban de Garibay, nacido en Mondragón, en su Compendio Historial de 1571 se define a sí mismo como cántabro de nación y afirma que en Cantabria «cabían antiguamente los Pesecoros, Montañeses, Siloros, Vizcaínos y los Bárdulos, Guipuzcoanos, y aún los de las montañas de Navarra/Nafarroa, que confinan con Guipúzcoa y con la tierra de Vascos de Francia». El vasco-cantabrismo se mantiene más o menos vigente en el interior del país hasta que en el siglo pasado va cayendo en desuso, si bien el bertsolarismo fuerista de finales del XIX aún lo conserva. Desde fuera, del país, sin embargo, la denominación ás frecuentemente utilizada durante esos siglos es la de vizcaínos, en relación directa con la lengua que hablaban esas gentes, fueran o no oriundos de la provincia de Bizkaia. El propio San Francico Javier se refiere a su lengua materna como vizcaína. No obstante el jesuita guipuzcoano Larramendi se rebela contra tal generalización y en su Corografla de Guipuzcoa, escrita en 1754 pero editada por primera vez en 1882 afirma que «Es inaguantable la bobería del común de los castellanos y demás españoles cuando en lo hablado y en lo escrito entienden a todos los vascongados con nombre de vizcaínos, dando a todas tres provincias el nombre propio y peculiar del señorío de Vizcaya, y de aragoneses y valencianos, que llaman navarros a los vascongados, de lo que resultan cien aserciones falsísimas en la historia.»
A lo largo de ese mismo siglo parece que comienzan a adquirir difusión los nombres de Vascongadas para referirse a las tres provincias de la C. A. Vasca y de vascongados para sus habitantes o, más en concreto, para los que hablan la lengua vasca, formulaciones que triunfan más adelante durante la Ilustración. Así, Henao alterna expresiones como «Cantabria», «tres Provincias Cantábricas Vascongadas», «tres Regiones Vascongadas», o simplemente «las tres Provincias». Por su parte Oihenart recupera el antiguo nombre de Vasconia para aplicarlo a ambas vertientes pirenaicas. Son múltiples los autores que en el XVIII utilizan el término de Provincias Vascongadas que también aparecen denominadas como País Vascongado.
El siglo XIX, marcado profundamente por la polémica foral, señala el punto álgido del empleo de Provincias Vascongadas, al que se añade el de Provincias Vascongadas y Navarra. Pero con Astarloa y Zamacola se incorpora una nueva designación que habrá de influir profundamente en nuestros días. Más que nueva se trata de aplicar también a los ciudadanos meridionales la denominación que tradicionalmente había quedado como distintivo de los «Vascos de Francia». De esta suerte y de una manera progresiva se comienza a hablar de vascos en vez de vascongados y de País Vasco como trasposición de Pays Basque o, en su caso, de País Vasco-Navarro, comunidad integrada en razón a sus compartidos derechos forales. Por último, el surgimiento y propagación de las ideas nacionalistas vascas se acompaña de la difusión del neologismo Euzkadi, más tarde Euskadi. Probablemente la necesidad de nombrar de una forma global a la virtual nación vasca, rechazado el de Euskal Herria por su connotación carlista, fue la razón de esta última incorporación a la onomástica de la tierra vasca. A causa de sus vinculaciones políticas, su grado de aceptación y uso ha sido variable en los distintos territorios.
LOS ANTECEDENTES GEOGRÁFICOS
Hay que esperar hasta finales de los años setenta para que aparezca la primera obra sobre geografía de Euskal Herria que haya sido pensada y planeada como tal, tanto por lo que se refiere al contenido científico como al territorio estudiado (AGUIRRE, 1979). Aunque siempre es posible recurrir a otros autores precursores, esta fecha tan tardía indica la escasa presencia que han tenido las geografías regionales sobre la totalidad territorial de Euskal Hernia. Lo cual no deja de ser en gran medida contradictorio con el nacimiento y la expansión de las ideas nacionalistas vascas, uno de cuyos lemas señeros -"zazpiak bat", ("las siete una")- hace hincapié en un ámbito territorial que parecería necesario e incluso didáctico dar a conocer.
No es objeto de estas líneas hacer una valoración de la producción geográfica que sobre el espacio vasco se ha generado. Para ello se puede recurrir a la magnífica bibliografía elaborada por el Instituto Geográfico Vasco (GOMEZ PIÑEIRO, 1986; GOMEZ PIÑEIRO & SAEZ 1993). Ya que esta colección que ahora se inicia tiene como objetivo la presentación científica de la organización territorial de Euskal Herria, sólo se van a mencionar aquellas contribuciones que representan un precedente comparable con ella. Por esta razón se ha seleccionado un número de publicaciones reducido, aquél que cumpliese con un doble requisito metodológico y territorial. En primer lugar los trabajos geográficos que se consideran son de carácter metodológico regional, esto es que analizan el territorio desde una perspectiva pluritemática y global, sin tener en cuenta aportaciones, mucho más numerosas, que tratan el espacio desde perspectivas temáticas sectoriales, tales como estudios físicos, geodemográficos, agrarios, urbanos, industriales y otros. En segundo lugar se desechan las obras que tienen un ámbito territorial mayor o menor que el propio de Euskal Hernia, como corresponde a geografías de España o Francia, o a otras de carácter provincial. No obstante, dado que tal como se adelantaba los trabajos sobre el conjunto de Euskal Herria son muy pocos, se ha preferido hacer constar algunos libros de interés que traten separadamente bien de la Euskal Herria peninsular, bien de la continental o sólo de Navarra/Nafarroa, ya que la personalidad indudable de cada uno de estos territorios ha justificado investigaciones particulares más numerosas. Por último, tampoco se han considerado trabajos de divulgación muy común u otros dirigidos a las enseñanzas primarias o medias.
Para conocer la geografía histórica del País y apreciar la impronta que adquieren ciertos hechos heredados en la organización actual del espacio es preciso remontarse al menos a los Diccionarios decimonónicos que continúan la tradición enciclopedista anterior. El primero de ellos es el de la Real Academia de la Historia de 1802. Aunque su título explicita que se trata de un «Diccionario geográfico-histórico de España» (REALACADEMIA DE LA HISTORIA, 1802), sólo se llegaron a publicar los dos tomos correspondientes a las provincias de la Comunidad Autónoma Vasca y de Navarra/Nafarroa. Su controvertida interpretación histórica antiforal advierte sobre la verdadera finalidad de este diccionario y de su fallida continuidad. Esto no es óbice para que la información geográfica que contiene sea de elevado interés. Información referente a características del territorio físico, la población, agricultura, comercio e industria, gobierno civil y eclesiástico y las ya mencionadas aportaciones históricas. Su análisis se centra en diversos niveles territoriales, desde la provincia a las entidades de población, pasando por las merindades o las hermandades. Veinticuatro años más tarde se inicia la publicación de un nuevo diccionario geográfico-estadístico (MIÑANO, 18261829). En este caso sus once volúmenes abarcan ya toda España y también Portugal. La lástima es que, por lo que se refiere a Euskal Herria, no deja de ser una copia, literal en muchos casos, del de la Real Academia.
Unos años antes de la impresión del famoso diccionario de D. Pascual Madoz se realizaron en Navarra/Nafarroa y sólo para esa provincia sendos nuevos diccionarios (YANGUAS Y MIRANDA, 1840; OCHOA, 1842). El de Yanguas tiene un contenido exclusivamente histórico y ceñido al período de existencia del reino navarro. El segundo, elaborado por Teodoro de Ochoa, recobra la tradición geográfico-histórica de estos tratados. Se inspira en el de la Academia de la Historia y en el de Antigüedades de Yanguas y posee una estructura semejante al primero: descripción de límites, localización, rasgos del medio físico, cosechas, dotación de servicios escolares y eclesiásticos, notas históricas, etc.
Durante los cinco años que median entre 1845 y 1850 van viendo la luz los dieciséis volúmenes de la ingente obra del pamplonés Madoz. Tanto sus descripciones geográficas como los datos estadísticos y las referencias históricas siguen siendo hoy día de enorme utilidad para conocer el pasado reciente (MADOZ, 18451850). Por la misma época se edita en Pamplona un «Itinerario» a través de Navarra/Nafarroa que, a excepción de la información sobre vías de comunicación y del mapa que acompaña al texto, posee un menor interés (RAMIREZARCAS, 1848). Antes de finalizar el siglo todavía se publica otro diccionario de toda España (RIERAY SANS, 1881), cuya necesidad la justifica su autor en las profundas transformaciones que desde Madoz han provocado los procesos desamortizadores.
Esta tradición enciclopedista se mantiene viva en nuestros días. Al poco de establecerse la democracia en España la editorial Auñamendi comienza la publicación, inacabada en estos momentos, del Diccionario Enciclopédico Vasco, dentro del proyecto más ambicioso de la Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco. Diez años más tarde otro nuevo diccionario enciclopédico se suma a los ya existentes (ABERASTURI, 1985-1986). Ambos recogen información de toda Euskal Herria, no sólo geográfica, sino también histórica, biográfica, sobre el léxico vasco, etc. Aunque como es evidente no se trate de geografias regionales, su consulta atañe a todo aquél que se interese por temas geográficos. La última obra de estas características es la Gran Enciclopedia Navarra (URANGA, 1990). Ofrece entradas de gran calidad geográfica y una magnífica cartografía procedente del Gran Atlas de Navarra (FLORISTAN, et al. 1986).
La primera gran geografía regional del País, excluyendo su parte continental, la dirige Carreras Candi, a imitación de la que ya había editado para Cataluña. Su publicación se alarga desde 1911 hasta 1925, tras múltiples peripecias y aplazamientos habidos con el tomo dedicado a Bizkaia (CARRERAS CANDI, 1911-1925). Colaboraron destacadas figuras de la ciencia y la cultura del momento, como RamónAdán de Yarza, Telesforo de Aranzadi, Arturo Campión, Juan Carlos Guerra, A. Federico Gredilla, Vicente Laffite, Julio de Lazúrtegui, Serapio Múgica, Carmelo Echegaray, Teófilo Guiard, Julio Altadill y Vicente Vera, entre otros. De los seis tomos que forman la colección el primero está dedicado a variados temas del medio físico, antropológicos, idiomáticos, heráldicos, arqueológicos y otros referidos a las actividades económicas, siempre desde una perspectiva territorial global del «País vasco-navarro», si bien varios artículos únicamente se centran en las provincias vascongadas. Los cinco restantes tienen una estructura similar de geografía regional clásica y cada uno de ellos abarca una provincia, excepto Navarra/Nafarroa que cuenta con dos tomos.
Aunque con el título hoy un tanto anticuado de Les modes de vie dans les Pyrénées Atlantiques Orientales (LEFEBVRE, 1933), este libro encierra valiosísimas informaciones e interpretaciones geográficas del territorio vasco. Constituye una referencia bibliográfica indispensable para conocer la situación socio-económica y espacial anterior al gran cambio que supone la segunda revolución industrial. No incluye toda Euskal Herria, ya que el estudio limita por el sur con el paralelo de Tafalla, dejando fuera a la Ribera navarra, mientras incluye otras comarcas limítrofes del Béarn/Biarno, Aragón y Cantabria.
En 1979 se publica Eusko Lurra (AGUIRRE, 1979), obra que se puede considerar como la primera geografía regional sobre la totalidad de Euskal Herria. Parte de las pautas marcadas por la tradición regional francesa incorporando aspectos innovadores relacionados con los recursos y los problemas medioambientales. El tratamiento temático se aplica a todo el territorio vasco en su conjunto, al que se añade una segunda parte comarcal. Ese mismo año arranca la difusión de otra Geografía de Euskal Herria (GOMEZ PIÑEIRO, 19791982) que recupera el sistema provincial en su esquema. Los cuatro primeros tomos se asignan a cada una de las provincias peninsulares y el quinto a las tres continentales. Tras un sexto volumen, curiosamente destinado al estudio de la biogeografía costera, el séptimo y último aplica el guión utilizado en el estudio provincial al conjunto del territorio. Con posterioridad éste autor publicó con el mismo título otra geografía resumida (GOMEZ PIÑEIRO, 1985).
Aunque no se trate en puridad de un tratado geográfico, en los dos volúmenes de la obra Euskal Herria (INTXAUSTI, 1985), que ofrece la estructura de una enciclopedia temática, se contienen capítulos de gran atractivo y que conforman en la práctica una nueva geografía regional. Otro tanto sucede con las colecciones Mendiak, Itsasoa e Ibaiak eta Haranak (AYERBE, 1980-1985,1984 y 1989-1991).
La producción geográfica sobre Navarra/Nafarroa supera con creces a la de los demás territorios. En metodología regional destacan Urabayen y Floristán. El primero fue un notable precursor de los estudios geográficos en dicha provincia, y aunque su dedicación preferente fue la geografía humana, alguno de sus escritos sirve como pequeño manual de geografía de Navarra (URABAYEN, 1931) o como referente en determinados aspectos tales como los relacionados con el habitat (URABAYEN, 1932 y 1959). Antes de que aparezca la gran síntesis geográfica sobre Navarra/Nafarroa, dos pequeñas obras acercan al lector a ese conocimiento. Una edición individualizada del capítulo dedicado a esta provincia en la colección Conocer España (FLORISTAN, 1976) y el conjunto de temas geográficos fundamentales agrupados bajo el título Lecciones sobre Geografía de Navarra (FLORISTAN, 1986), que constituye un didáctico manual. Aunque en esta introducción no se han reflejado los atlas u otras publicaciones cartográficas es preciso citar el Gran Atlas de Navarra (FLORISTAN et al. 1986) ya que a través de una excelente cartografía a diferentes escalas muestra toda la geografía navarra. Los textos que le acompañan conforman por sí solos un nuevo manual.
Las monografías específicas sobre Euskal Herria continental se resumen en las aportaciones de los geógrafos Viers y Laborde. El primero publicó en 1975 una monografía de alta divulgación que incluye temas parageográficos de lengua e historia. La segunda parte del libro es una descripción provincial y comarcal (VIERS, 1975). Pierre Laborde presentó cuatro años más tarde su Tesis de Estado sobre Las Landas y el País Vasco continental (LABORDE, 1979). De ella extrajo el material sobre este último territorio y lo publicó como una geografía regional desde una perspectiva más actualizada (LABORDE, 1983).
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