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EL CLIMA.
Por Antón Uriarte
Breve historia de los comienzos de la meteorologÍa en Euskal herria.
Desde finales del siglo pasado algunos institutos de enseñanza y centros religiosos de EuskalHerria efectuaban de forma voluntaria y no muy regular mediciones de precipitaciones y de temperaturas. Hay constancia de mediciones realizadas en aquellos años en Bergara, en Gernika, en Bilbao, desde 1859, en San Sebastián/Donostia, desde 1878, en Pamplona/Iruñea, desde 1881, en Tudela/Tutera, en Lekaroz y en Biarritz/Miarritze.
El precursor
Sin embargo, hubo que esperar hasta principios de siglo para que con Juan Miguel Orcolaga, natural de Beizama y párroco de Zarautz, se iniciase una actividad meteorológica realmente seria y científica. Tras mucho pelear para encontrar ayudas económicas, Orcolaga, con tesón admirable, consiguió montar al fin el Observatorio de Igeldo, el cual oficialmente fue fundado en 1905, si bien desde años antes venía ya funcionando precariamente gracias al ánimo voluntarioso del vicario. De esta manera Orcolaga consiguió que durante el primer tercio de este siglo Igeldo fuese la estación meteorológica más importante de toda la costa del Golfo de Bizkaia y de Gascuña, desde Galicia hasta Bretaña.
La historia de Orcolaga y de los comienzos del Observatorio Marítimo de Igeldo ha sido investigada y publicada con todo detalle en una excelente obra de Miguel Laburu, miembro de la Sociedad Oceanográfica de Gipuzkoa, sociedad científica que, junto con las cofradías de pescadores, apoyó, frente a la mezquindad institucional de las Diputaciones de Gipuzkoa y, sobre todo, de la de Bizkaia, la fundación y desarrollo de este centro científico.
Los pescadores de toda la costa vasca eran los más interesados en la instalación del Observatorio, pues desde hacía ya unos cuantos años venían utilizando los avisos de peligro de galernas y temporales que el «vicario de Zarauz», también llamado «padre borrascas», les anunciaba, cuando los limitados medios de predicción y de comunicación se lo permitían. Todavía estaba muy viva en las memorias la terrible tragedia del 20 de Abril de 1878 cuando un repentino temporal se llevó 254 vidas de pescadores vascos. Pero por preferir Igeldo a Matxitxako y por su condición de cura integrista, fueron innúmeras las humillaciones y pegas que tuvo que sufrir y superar por parte de periodistas y políticos bilbainos, e incluso guipuzcoanos, hasta que logró un apoyo económico, muy poco generoso, de la Diputación de Gipuzkoa para montar el Observatorio.
De todas formas Orcolaga soportaba estoicamente la mezquindad local gracias al apoyo moral que recibió no sólo de los propios reyes de España, María Cristina y Alfonso XIII, que le visitaron varias veces en sus humildes instalaciones, sino también de la Sociedad Oceanográfica de Gascuña, en Burdeos, que hacía uso de sus predicciones, y hasta del propio Camile Flammarion, el célebre y popular astrónomo, que también subió a Igeldo a conocerle. Orcolaga tenía además contactos con investigadores de otros observatorios importantes de Europa, como el de Lisboa, en Portugal, y el de Valentia, en Irlanda, con los que se comunicaba telegráficamente para compartir informaciones. Fue incluso invitado a México para impartir varias clases sobre sus conocimientos meteorológicos y para ayudar en la instalación de un observatorio para la predicción de ciclones.
Los primeros observatorios
Como hemos indicado, ya antes de acabar el siglo existían algunos otros lugares en Euskal Herria en donde con fines estadísticos se realizaban mediciones de temperaturas y precipitaciones. Por ejemplo, en Gernika los frailes Agustinos tenían una pequeña estación meteorológica, al igual que el sacerdote Beobide en Zumaia. En San Sebastián/Donostia se tomaban mediciones en el Instituto Libre Municipal de segunda enseñanza, situado en el centro de la ciudad, desde el año 1878. Las informaciones se centralizaban en el Instituto Central Meteorológico, con sede en Madrid, que a principios de siglo pasó a depender del ministerio de Instrucción Pública. También en Bilbao se realizaban mediciones en el Instituto de segunda enseñanza.
Orcolaga demostró la necesidad de una dedicación profesional al estudio del clima vasco, encaminándolo con fines prácticos y, sobre todo, enfocándolo a la predicción del tiempo marítimo que permitiera a los pescadores realizar su trabajo con más seguridad. Para ello comprendió que era imprescindible conocer y cotejar los parámetros meteorológicos en diferentes lugares de nuestro entorno para poderse hacer una idea de la formación y movimiento de las borrascas y para poder estimar los riesgos de formación de las temibles y súbitas galernas. Con ayuda del teléfono y de los telegramas se insertó en una red incipiente de observatorios europeos con los que intercambiaba información, extrayendo él mismo sus propias conclusiones. Su segunda tarea, a veces más lenta y difícil, era el comunicar sus predicciones a la población vasca interesada.
A la muerte de Orcolaga y hasta el advenimiento de la guerra del 36, el Observatorio de Igeldo siguió siendo subvencionado, cada vez de forma menos reticente y más generosa por la Diputación guipuzcoana. Probablemente su director científicamente más eficiente fue Mariano Doporto del que existe constancia en la biblioteca del observatorio de que estaba perfectamente al día, allá por los años 20, de todo lo que en meteorología se publicaba en Europa y en Estados Unidos. En tiempos de Doporto se comenzaron a realizar desde Igeldo sondeos de altura con ayudas de globos para el estudio de las corrientes de aire en altura y de las nubes. Sus conocimientos matemáticos le permitieron hacer análisis estadísticos más avanzados y varias de sus obras, como la cartografía de los tipos de tiempo en el Cantábrico, fueron publicadas a cargo de la Diputación guipuzcoana.
Tras la guerra, y con el paso de los observatorios a depender de un ministerio militar, el de Aviación, centralizado en Madrid y al que le interesaba más que nada la meteorología de los aeropuertos importantes de España, se cortó en gran medida la labor científica de los observatorios. A efectos meteorológicos de recogida, centralización y distribución de datos, Euskal Herria peninsular se dividió en dos. Por una parte, en San Sebastián/Donostia se centralizaban todos los datos referentes al territorio vasco cuyas aguas vertían al Cantábrico, mientras que a Zaragoza, al llamado centro zonal del Ebro iban a parar todos los datos del territorio vasco cuyas aguas vierten al Mediterráneo. No obstante, Igeldo tuvo de nuevo la suerte de, a falta de medios, contar con un matemático y meteorólogo de prestigio, Carlos Santamaría, que mantuvo viva la llama de la investigación, hasta llegar a nuestros días, en donde bajo la dirección de José Ignacio Alvárez Usabiaga, una plantilla importante de técnicos dirige el Observatorio, que depende del Instituto Nacional de Meteorología.
La red actual de observatorios
Hoy, cerrando el siglo, debido al auge de las necesidades de información meteorológica, los observatorios atienden peticiones de todo tipo: predicciones para la prensa y para particulares, datos estadísticos que solicitan los investigadores que realizan estudios climatológicos, informes periciales para compañías aseguradoras cuando existen siniestros medioambientales etc. En el observatorio de Igeldo, que en la actualidad tiene también oficinas y otro pequeño observatorio en la propia ciudad de San Sebastián/Donostia, se localiza el Centro Zonal del País Vasco, dependiente del Instituto Nacional de Meteorología estatal. Diariamente se reciben en él los datos meteorológicos recogidos en las estaciones principales de los aeopuertos de Sondika, a donde se trasladó el observatorio de Bilbao en 1959, del aeropuerto de Foronda y del aeropuerto de Hondarribia, además de datos pluviométricos y termométricos de otro centenar de estaciones más modestas repartidas por las tres provincias de la Comunidad Autónoma y gestionadas por personas voluntarias aficionadas a la meteorología.
Aparte de la red del Instituto Nacional de Meteorología, las Diputaciones provinciales y la compañía eléctrica Iberduero tienen también otras redes más modestas de estaciones con fines especialmente hidrológicos. También es preciso señalar que en términos operativos, y debido a las cosas de la política, en la actualidad se da en la Comunidad Autónoma una situación anómala ya que, por su parte, el Gobierno Vasco, a la espera de la transferencia estatutaria de la Meteorología, ha creado y mantiene otra red de estaciones automáticas repartidas por el mismo territorio. Las informaciones, provenientes de varias decenas de estaciones, se centralizan en Vitoria/Gasteiz y es la estación situada en Arkaute la que tiene mayor diversidad de aparatos de recogida de datos.
En Navarra/Nafarroa, desde 1984, el Instituto del Suelo y Concentración Parcelaria se hace cargo del servicio meteorológico. Los informes de los observadores se ordenan y depuran por el propio instituto navarro antes de ser enviados a los centros del Instituto Nacional de Meteorología, con el cual colabora. Existen un centenar de estaciones y siete de las cuales, que se denominan completas, hacen mediciones de casi todos los parámetros meteorológicos.
En Euskal Herria continental la estación de más antiguedad y mayor importancia es la de Biarritz/Miarritze, situada durante muchos años en el Museo del Mar de esa ciudad hasta que se trasladó hace una veintena de años al aeropuerto de Biarritz-Parme/Miarritze-Parma. A efectos burocráticos, depende del centro de la Météorologie Nationale de Pau. Otra decena de estaciones con datos termopluviométricos se reparten por el resto del territorio
LAS AGUAS
Por Alfredo Ollero Ojeda y Orbange Ormaetxea Arenaza
Como en toda la superficie terrestre, el agua es un elemento fundamen-tal para Euskal Herria. Es la principal creadora de su paisaje natural y la responsable de sus asentamientos humanos y actividades económicas. En esta tierra se combinan, además, las aguas continentales y las marinas, con lo que el cuadro geográfico vasco se llena de riqueza y variedad.
El mar es una de las raíces de la personalidad vasca. Ha sido trascendental en la historia y en la vida cotidiana de este pueblo. El Cantábrico ofrece muchos kilómetros de costa para el asentamiento, la pesca, el recreo, los puertos.
Los ríos han constituido ejes de asentamiento poblacional, ejes de comunicaciones y más recientemente ejes de desarrollo industrial. Este hecho es más claro en los valles cantábricos, encajonados y compartimentados por complejos relieves. Pero en las tierras más llanas del Sur los ríos son una fuente de riqueza fundamental que nutre las huertas, oasis ribereños en un entorno climático especialmente adverso por su aridez.
Podemos decir que Euskal Herria es un gran foco emisor de aguas continentales, un núcleo de alta pluviometría en el que es mucho más lo que precipita que lo que se evapora. Los ríos de la vertiente cantábrica bañan sólo tierras vascas, con la excepción del Adour/Aturri, y tributan directamente al mar, pero los de la vertiente mediterránea se forman y engrosan en Euskal Herria y luego ceden sus aguas solidarias a La Rioja, al sediento Aragón y a Cataluña.
Sin embargo, estos hechos y una caudalosidad que en líneas generales puede calificarse como elevada, no impiden que también en esta misma Euskal Herria productora de aguas haya problemas de escasez, a veces durante largos períodos de tiempo. La alta densidad de población y las crecientes necesidades de agua en las distintas actividades económicas han llevado a situaciones límite y al planteamiento de obras hidráulicas complejas, caras e impactantes con el medio. A estos problemas se añaden los de exceso en otros períodos (avenidas e inundaciones) y los de calidad (contaminación).
Debemos entender los ríos como complejos sistemas cuyo papel es básico en la ordenación del territorio. Las líneas de trabajo de cara al futuro deben orientarse en objetivos como el desarrollo de sistemas de gestión y ahorro de recursos, de saneamiento de las aguas y de protección ecológica de cauces y riberas, todo ello en el marco global del desarrollo sostenible.
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