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Prólogo

Por Soledad Nogués Linares, Ana Sola Bueno y Ana Ugalde Zaratiegui

Entre las regiones y comarcas en que se dividen los territorios, unas —las tradicionalmente denominadas «geográficas»— se distinguen con nitidez porque poseen rasgos comunes que han perdurado durante largo tiempo. Son regiones y comarcas fundamentadas en la tradición, caracterizadas por un pasado histórico peculiar, unos rasgos geográficos y una economía y cultura particulares, y una población que tiene un arraigado sentimiento de pertenencia, de identidad con el espacio en el que vive. Euskal Herria, como algunas otras regiones de Europa Occidental (la Bretaña, el Alto Adigio, Córcega...) es un buen modelo de estas regiones «homogéneas», fácilmente percibidas. Igualmente pueden reconocerse unidades territoriales de extensión más reducida, comarcal o local, claramente perceptibles y de fuerte arraigo popular: las Encartaciones, el Duranguesado, la Cuenca de Pamplona y Tierra Estella (junto a otras como el Ampurdán, la Alcarria o las Hurdes) son comarcas conformadas históricamente, en las que se reconocen rasgos particulares muy definidos en su paisaje, costumbres o actividad económica.

Pueden también detectarse espacios que, teniendo o no un pasado histórico común, se comportan como territorios cohesionados en torno a una ciudad principal. Los procesos de industrialización y terciarización y las redes de infraestructuras son los pilares básicos sobre los que se han consolidado centros urbanos directores, cuya influencia alcanza a un territorio circundante de límites unas veces más nítidos y otras más imprecisos. En Euskal Herria, Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Bayona, y otros muchos centros urbanos de menor rango, organizan a su alrededor áreas de influencia de extensión variable en función de la importancia del núcleo rector.

Pero los espacios no sólo se organizan en regiones y comarcas homogéneas y funcionales. Los territorios se hallan también divididos en demarcaciones político-administrativas, especialmente reseñables por su carácter de entidades institucionales y operativas, y cuya delimitación, aunque tenga en cuenta criterios geográficos e históricos, está profundamente condicionada por las necesidades de organización territorial de los Estados.

Las divisiones territoriales componen, en suma, una realidad compleja en la que convergen aspectos muy dispares, desde las corrientes de pensamiento científico, hasta la evolución socio-económica, el sentimiento de las poblaciones, o las decisiones políticas... Y constituyen un tema de intérés para muchas ciencias, particularmente para la Geografía, que ha tenido y tiene como una de sus principales tareas la identificación, delimitación y caracterización de entidades espaciales.

Definir regiones y comarcas no es, sin embargo, tarea fácil, por dos razones principales. En primer lugar, porque los ámbitos territoriales homogéneos o funcionales no siempre se encuentran definidos con claridad en el espacio. A veces, regiones y comarcas se han desdibujado al perder sus caracteres originales. En otros casos, fundamentalmente en las áreas rurales más deprimidas o relativamente desarticuladas, no existe un núcleo dominante cercano. E incluso, hay espacios que no tienen rasgos uniformes ni vínculos históricos ni, en suma, su población tiene desarrollado un sentimiento de pertenencia al territorio. Y en segundo lugar, por la propia ambigüedad conceptual y metodológica existente en torno al proceso de división territorial, que se pone de manifiesto en la pluralidad de delimitaciones establecidas o propuestas a nivel regional, comarcal y local, para fines específicos.

Las páginas siguientes tratan de ofrecer una panorámica general acerca de las divisiones territoriales de Euskal Herria, que en este territorio adquieren una gran riqueza de matices y una extraordinaria complejidad. Se comenzará por el análisis de las más extensas (escala regional) para descender después a los niveles más reducidos (comarcal y local).