Euskeran ere aukera duzu: Hablando con Xabier Zubiri III
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«La filosofía no es una ocupación más, ni tan siquiera la más excelsa del hombre, sino que es un modo fundamental de su existencia intelectual. Por eso no nace de un juego arbitrario de pensamientos, sino de la azarosa, problemática situación en que el tiempo, su tiempo, le tiene colocado».1
La función de la filosofía pues, en boca de Zubiri, es la de pensar y actualizar el tiempo en el que vive el que filosofa.
De ahí que, líneas más abajo Zubiri copia a Hegel en el comienzo de su Lógica: «Tan extraño, dice Hegel, como un pueblo para quien se hubieran hecho insensibles su Derecho político, sus inclinaciones y sus hábitos, es el espectáculo de un pueblo que ha perdido su Metafísica, un pueblo en el cual el espíritu ocupado de su propia esencia no tiene en él existencia actual ninguna»2
Las páginas que siguen tratan de pensar nuestro tiempo, para procurar que tenga existencia actual propia, la esencia propia de todos los pueblos.
Un primer ensayo trató sobre la identidad nacional, tema querido a Hegel. Como consecuencia del desarrollo técnico industrial, como del desarrollo político, este va a ser uno de los problemas con los que nuestro tiempo va a verse obligado a enfrentarse.
Si la Ilustración y la Revolución francesa nos aportó la igualdad como categoría básica de convivencia, hoy no podemos permitirnos el lujo de perder bien tan apreciado, sino que nos será preciso luchar para que eso que se expresa en bellas palabras, dignas del frontón de edificios nobles, sea llevado a la realidad cotidiana.
Pero el mismo desarrollo de la igualdad nos obliga a hacer sitio entre nuestras preocupaciones al derecho a la diferencia, pues no hay igualdad si no hay diferencia. Igualdad exige multiplicidad. Esta exige a su vez diferencia. Si no hay diferencia no hay igualdad. De ahí, entonces, que sea preciso rehacer el camino y aquello que equivocadamente plasmó la igualdad en uniformidad, realice la igualdad con la consecuente diferencia que exige. Por ello nos es necesario a nuestro tiempo analizar el problema de la identidad, para de esta manera solucionar el viejo problema platónico, de ver cómo pueden convivir clases sociales y pueblos diferentes sin que, necesariamente, generen la muerte de los unos y los otros. Es preciso solucionar, o al menos plantearse el problema de percibir cómo es posible no poder ser sin los otros, no siendo los otros.
El problema de la identidad nacional es preciso planteárselo, para evitar sinrazones y comportamientos no propios de seres humanos.
En este ensayo, fundamentalmente hemos trasvasado a este problema conceptos bien queridos por Zubiri, como son la sustantividad y el «de suyo», pero propiamente nos hemos movido en las coordenadas que él mismo maneja en su obra «Sobre el hombre» referidas a la identidad personal.
En un segundo ensayo intentamos racionalizar el hecho social de la crisis de la convivencia y el resurgir de los nacionalismos y una vez visto que es un hecho social, no sólo coyuntural, sino estructural de la nueva generación que emerge, en lugar de denostarlo y terminar negándole su existencia, reconocemos su existencia como realidad social, y una vez esto expuesto, lo analizamos a la luz de la antropología social de Zubiri. Nos hemos valido del capítulo VI de su obra «Sobre el hombre», en donde estudia al hombre como realidad social.
Y en este tercer ensayo, «Sociedad. Historia. Ciencia», nos hemos planteado un problema de reciente aparición.
Cuando Descartes sometió todo a la duda, logró salvarse no sólo como verdad de hecho, sino como verdad de razón, el «yo».
Más tarde ese «yo», fue tomando otras dimensiones, por vía de Spinoza, Kant, y sobre todo con Hegel.
Pero gracias a él precisamente, la humanidad descubrió el continente de la historia, con lo cual surgió como pregunta qué era hacer historia y quién era el sujeto de la misma.
Sobre qué era hacer historia, Zubiri publicó un trabajo sumamente interesante. Está publicado en el tomo I de la revista «Realitas» -Seminario Xavier Zubiri -Trabajos- 1972-1973. Sociedad de Estudios y Publicaciones. Madrid. 1974. «La dimensión histórica del ser humano». Xavier Zubiri.
Pero es que actualmente, descomponiéndose, como se nos descompone el yo, nos brota la pregunta sobre quién es el protagonista de la historia, para hacer ver que la historia no tiene protagonista y coro, sino que es el coro general, el protagonista.
Durante años, dejándonos llevar de la mano por Hegel, y aceptando que el que fuese negatividad más completa sería el sujeto de la historia, llegamos a una conclusión que el tiempo nos puso de manifiesto, que aquel que nosotros pensábamos era sujeto de la historia, no lo era. Y esto no fue una conclusión, sino una constatación. Y todos nos pusimos a buscar quién podría encarnar mejor la negatividad absoluta. Serían los estudiantes, los marginados, los pueblos del tercer mundo.
Así, hasta que llegamos al convencimiento de que quien era negatividad absoluta, en el momento que se hiciese con el poder dejaba de ser negatividad para pasar a ser positividad, con lo cual quedaba invalidado para ser sujeto de la historia.
Sencillamente nos habíamos dejado llevar por la dinámica del tiempo. Estábamos habituados a ver como sujetos de la historia a hombres eméritos y heroicos, a pueblos distinguidos, a clases sociales eminentes en cada momento de la historia, a instituciones más o menos meritorias y acertadas.
Al final por mera constatación de la historia nos vimos obligados a reconocer que el sujeto de la historia éramos todos los seres humanos, considerados individualmente o considerados en colectividades o pueblos. Ello nos llevó a plantearnos ese problema, y como consecuencia el de qué era hacer historia.
De esta manera, sin caer en un populismo, creemos que hemos reflexionado lo suficiente, por lo menos para no permitir protagonismos.
Sencillamente, es preciso deshacerse de la dialéctica del dueño y el esclavo, por la sencilla razón de que nadie es dueño ni esclavo.
Estos ensayos, como es natural, no pretenden plasmar lo que Zubiri afirmó. Solamente pretendemos reflexionar, intentando racionalizar un tanto la problemática y azarosa realidad, que nuestro tiempo nos tiene colocados y hacerlo desde la perspectiva de Xavier Zubiri.
De ahí el título que hemos utilizado:
«Hablando con Zubiri».
Con ello venimos a situarnos en el lugar de Zubiri cuando dicta el curso que lleva por título el artículo que tomamos como base para nuestra conversación con él, el día 31 de Enero de 1974.
Comienza constatando, «El hombre es una realidad sustantiva, esto es, un sistema clausurado de notas constitucionales psico-orgánicas. Una de ellas es la inteligencia, esto es, la aprehensión de todo y de sí mismo, como realidad».3
Esta realidad humana, como toda realidad, tiene eso que llamamos su ser. El ser no es la realidad, sino algo fundado en ella; es una re-actualización de la realidad.
Lo real es una actuidad respectiva... esta respectividad tiene aspectos y dimensiones diferentes. Aquí se funda la pluridimensionalidad del ser humano.
Cada ser humano actualiza una u otra de las notas que les son propias.
De la misma manera que decimos que el código genético es éste o aquel, y que del código genético cada persona, actualiza unos genes más que otros. Y ello pone de manifiesto una manera de ser hombre.
Pero el ser humano siendo un «yo» es, no antes ni después, sino al mismo tiempo o al unísono, un «nosotros». Nosotros somos lo que somos, siendo un yo, en la misma medida en que somos un nosotros. La especie no es una suma de individuos iguales, sino que, por lo contrario, la especie es una unidad primaria, no-previa, que se pluraliza en individuos. Ni antes ni después. Para que el ser humano haga acto de presencia, el yo ha surgido ya. Ni el yo, ni la especie, se anteceden. Ambos a una surgen al mismo tiempo. Cuando el primer individuo de la especie humana hace acto de presencia, la especie humana ha ya aparecido. Ni el individuo antecede a la especie, ni la especie antecede al individuo. Ambos acceden a la realidad de manera uniforme.
Cada individuo es un ser cada cual. Es preciso saber vivir esa cada-cualidad. Pero esa cada-cualidad se vive a una con los otros. Cada «yo» es un «yo» respecto a un «tu», a un «él» o a un «ellos». El «yo « siendo tal, no solo lo es porque no es un tú, sino porque es un «yo», que no tiene nada que ver con el «tú», pero que no puede ser sin el «tú»; Y que sin embargo no es el «Tú».
El ser humano es una cada-cualidad, pero al mismo tiempo es ser con los otros sin ser los otros. Son dimensiones de esa realidad que es el ser humano.
«La historia, como momento de mi realidad, determina así una tercera dimensión,... una tercera dimensión del ser».
Habiendo ya analizado cómo éramos unos seres que éramos irrepetibles, propios, y no intercambiables, también hemos analizado como éramos con los otros sin ser los otros. Actualmente nos queda por analizar que significa eso de ser históricos y cómo lo somos.
itzuli gora