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Prólogo al Análisis de los Cuentos de Webster. Por Imanol Mercero
«Cualquier tiempo –pasado, presente y futuro– es, ha sido y será igual y diferente simultáneamente». Andres Ortiz-Osés, La Diosa Madre
Lector/a, voy a mostrarte brevemente las claves que tiene este trabajo que tienes entre manos.
Es un análisis de los cuentos de Webster y está dividido en cuatro partes:
En la primera se muestra la procedencia de los textos. En la segunda se contextualizan los criterios que se han usado para el análisis, haciendo referencia a investigaciones realizadas sobre ellos. En la tercera parte que es la principal se pormenorizan los resultados de modo sistemático. En la cuarta y última parte se presenta una bibliografía comentada, haciendo referencia a los cuentos tradicionales y a los/las cuenta-cuentos que en la actualidad mantienen viva la modalidad multisecular de la transmisión oral.
Los datos han sido tratados mediante un programa informático de estadística denominado SPSS 12.0.
Desde que hace cuatro años comencé con esta investigación he pasado incontables horas entre libros y delante del ordenador. Lo que en un principio era casi un juego se convirtió en una firme decisión de conseguir sistematizar la investigación que me condujese a una minuciosa y práctica descripción de los cuentos vascos.
Los cuentos no son historias vanas y sin mayor trascendencia, tal y como muchas veces son considerados desde el desconocimiento de su valor en el entramado de la cultura. Si desde que el mundo es mundo el ser humano no ha dejado de contar cuentos, quizá los mismos cuentos que ahora nosotros nos contamos, por algo será.
Un amigo cuenta-cuentos dice que los cuentos son para pasarlo bien, «se hacen demasiados análisis freudianos» me dice, en su opinión el cometido de los cuentos es dar placer a la gente. Y no le falta razón. Pero no es toda la razón de ser de los cuentos; ni posiblemente ha sido la razón primera y principal. En la medida que uno se aproxima a los cuentos y profundiza en ellos los percibe como algo arcano, y con una fuerza de sugestión incluso misteriosa.
Es asombroso el atractivo que sienten los niños por los cuentos, para que sean sólo meros entretenimientos. Parece que mediante los cuentos aplacan sus temores interiores . He oído a más de un padre preguntándose por qué tenía su hijo una fijación tan grande con un cuento en concreto, que quería escuchar el mismo cuento una y otra vez, hasta que un día, sin motivo aparente, dijo que ya había escuchado el cuento lo suficiente y pedía que le contasen otro distinto. Los niños buscan en los cuentos. ¿Qué? ¿Por qué? Habrá alguna respuesta, alguna razón.
Pero los cuentos son muy atractivos también para los adultos. Según los más eminentes antropólogos y folkloristas el cuento es un recurso imprescindible en las culturas orales, en las que se transmiten creencias y leyes mediante los cuentos.
Pero nosotros que vivimos en una cultura escrita, qué hacemos contando cuentos, ¿para qué contar cuentos, si para eso están los libros? En la historia de la humanidad hemos pasado muchos milenios sumergidos en culturas orales para que ahora lo echemos todo por la borda. El cuento no es cuestión de moda sino quizá una necesidad fisiológica. El contarse mutuamente historias, el escucharse mutuamente parece una cuestión que pertenece al hombre por ser hombre, al ser humano. Así y todo yo no quiero hacer ningún tipo de análisis freudiano, para eso están los entendidos en psicología.
Para llevar a cabo esta investigación he utilizado la estadística –por primera vez en Euskal Herria– por una razón fundamental, porque quería afirmar con total seguridad lo que describía.
Así es lector/a, las afirmaciones que leas aquí no son meras especulaciones sino datos fiables. Quizás hayas escuchado alguna vez que los héroes de los cuentos vascos son de este modo o de aquel otro, pero ésta es la primera vez que esas afirmaciones se podrán decir con toda seguridad.
Por último no quisiera finalizar sin dar las gracias a la gente que ha creído en mí como son Joxemari Carrere, Jon Kortazar y Gillermo Etxeberria, a los que se han arriesgado a publicar este trabajo de la editorial Etor-Ostoa, en especial a Enrique Ayerbe, Begoña Goikoetxea, Yosune Izagirre y José León Huarte que han tratado conmigo directamente. Las gracias también a mis padres y demás parientes y en especial, de todo corazón, a Olatz y Elorri que han estado a mi lado dándome fuerzas y cariño.
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